Todos los días enseñaba en el
templo
La luz del Nuevo Testamento ayuda a desvelar lo antiguamente revelado. Jesús es el templo de Dios en medio del mundo y para el mundo. Él ha purificado y purifica del mal que representa el pecado, los destructores y vendedores de lo consagrado al culto y alabanza de Dios. Estos últimos, en concreto, son los que profanan lo espiritual con su compraventa, es decir, lo que Dios ofrece y otorga gratuitamente en beneficio de todos. Ninguna persona humana puede arrogarse el señorío sobre lo espiritual. Es Cristo, templo del Dios vivo, el que dignifica la casa a la que todos están llamados y la ha convertido en «casa de oración», comenzando por el templo de su Madre María.
Cierto que no puede reducirse la «casa de oración» a construcciones materiales, aunque estas sean necesarias y han de mantenerse con el debido decoro. Jesús usó el templo de Jerusalén para la enseñanza de las verdades de Dios y mantenía a la gente pendiente de él y escuchándolo de corazón.
El Señor, templo espiritual, está vivo en su asamblea eclesial que precisa de espacios para ofrecer el sacrificio de Cristo y recibirlo en comunión, para la escucha de su palabra, meditación de sus enseñanzas, para orar de tantos modos, derramar los sentimientos, alimentar la vida, celebrar los sacramentos y tantas otras festividades. Pero hay que trascender siempre, de los signos, hasta llegar a lo significado por ellos, hasta las verdades en toda su hondura que transmite nuestra fe.
Fuente: Fray Vito T. Gómez García O.P., Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent)
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