Yo creo, pero aumenta mi fe
El mensaje de este evangelio, proclamado al comienzo del Adviento, es muy claro. Que Aquél a quien aguardamos viene a curarnos de todo lo que nos tiene paralizados, como vivir encerrados en nosotros mismos, que nos impide acercarnos a Dios.
La actitud humilde del centurión, que se declara indigno ante la santidad de Jesús, nos advierte también de que por nosotros mismos, no estamos en condiciones de recibir al Salvador en nuestras casas, y de que necesitamos purificarnos para poder recibirlo dignamente.
Jesús nos enseña que lo que necesitamos, para que su venida nos traiga la salvación, es fe, mucha fe, como la del centurión. No podemos contentarnos con seguir con nuestras rutinas, como harían algunos letrados y fariseos, ni con seguir las tradiciones navideñas, sino que abramos nuestros ojos y oídos a Jesús, como los abrió el centurión y creyó que se encontraba ante el enviado de Dios. Esa fe será la que nos salve.
Fuente: Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P. Convento de la Virgen del Camino (León)
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