“¡Si también hubieras comprendido
el mensaje de paz!” (Lc 19,42)
“Voces horribles resuenan en sus oídos, en plena paz lo asalta el devastador” (Jb 15,21). Nada es más feliz que un corazón sencillo, porque manifestándose al otro sólo por la inocencia, no tiene nada que temer del otro. En su sencillez él es como un fuerte castillo. No se inquieta por sufrir de parte de otros, lo que no recuerda haber hecho sufrir. Por eso, esta sabia palabra de Salomón “el temor del Señor es un refugio seguro” (Prov 14,26). Y también “el corazón feliz siempre está de fiesta” (Prov 15,15). La paz de la seguridad es como una fiesta que se renueva sin cesar.
Un espíritu desviado, al contrario, está siempre trabajando: o maquinando golpes contra los otros o temiendo los golpes de los otros contra él. Todo lo que imagina contra su prójimo, tiene miedo que su prójimo lo imagine contra él. Por todos lados sospechas, de todos lados alarmas. Si recuerda a una persona, está seguro que es alguien que le desea un mal. La falta de la paz de la seguridad, es porque tiene los oídos llenos de ruidos horribles.
Miren a un hombre de este tipo. Si su prójimo le habla con sencillez, sin pensamientos ocultos hostiles, él sospecha una trampa, ya que el que actúa siempre con engaño, no concibe que se pueda actuar con sencillez. (…) “Voces horribles resuenan en sus oídos, en plena paz, lo asalta el devastador. El no espera evadirse de las tinieblas y está destinado a la espada” (Jb 15,21-22). Cree estar rodeado de trampas que van a golpearlo y pierde la esperanza de su salvación.
Fuente: San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia
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