Esto hay que practicar: el amor
de Dios y la justicia
El Señor Jesús deja hoy al descubierto el corazón hipócrita, que utiliza lo religioso para engordar su ego, mientras deja de lado el amor de Dios y el derecho. También apunta en su lista la hipocresía de buscar el honor y el poder so capa de santidad.
Y Jesús utiliza las palabras más duras contra los “santos” de su época, los fariseos, “tumbas sin señal que la gente pisa sin saberlo” y que, por tanto, según su propia ley, hacen que esas personas queden contaminados, incapaces de entrar en contacto con Dios y con los hermanos. En lugar de ser cauce de vida y entrega a Dios, se convierten en obstáculos que impiden una relación y experiencia de Dios auténtica.
¿Qué nos enseña esto a nosotros? Que no debemos usar la religión para otros fines que no sean dar gloria a Dios y servir con amor al prójimo; que nuestra vida debe estar movida por el fruto del Espíritu que hemos visto en la primera lectura y que no es otro que la caridad cristiana. Es entrar en la Ley del Espíritu, el yugo de la gracia que no aplasta, sino que da alas de libertad para vivir como hijos de Dios, redimidos del pecado y la muerte, y lanzados hacia lo que está por delante, la vida eterna.
¿Qué es para ti vivir según el Espíritu?
¿Qué obras de la carne te separan de Dios y de tus hermanos?
¿Cómo puedes luchar contra la hipocresía farisaica que te aleja de Dios y de los hermanos?
Fuente: Sor Inmaculada López Miró, OP, Monasterio Santa Ana, Murcia
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