La Iglesia humildemente, en la
verdad
“Aunque fuera verdad que cometí un error, mi error me concierne sólo a mí” (Jb19,4). Lo propio de los heréticos es llenarse de vana arrogancia por su ciencia, despreciar la simplicidad de una fe recta y juzgar sin mérito la vida de los humildes. La santa Iglesia, al contrario, ante toda verdad que llega a su verdadera sabiduría, abaja humildemente su pensamiento, huyendo de la suficiencia de la vana ciencia, la fatuidad de la búsqueda sobre los misterios, la presunción de sondar los problemas que son más allá de sus fuerzas. Le es más útil aplicarse a ignorar lo que no puede sondear, que a definir frontalmente lo que ignora.
Se dice que está con nosotros el que está por nosotros e, inversamente, no está con nosotros el que está contra nosotros. Ya que el herético se envanece con su propia ciencia y los fieles se humillan en el sentimiento de su ignorancia, el bienaventurado Job puede decir en su nombre, pero también en acuerdo con la Iglesia universal: “Aunque fuera verdad que cometí un error, mi error me concierne sólo a mí”. Es como decir claramente a los heréticos: Su ciencia no está con ustedes porque ella está contra ustedes, porque los endurece un loco orgullo. Pero mi error, mi ignorancia, está por mí, porque lejos de tener el orgulloso atrevimiento de hacer una encuesta sobre Dios, me mantengo humildemente en la verdad.
Fuente: San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia
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