La sencillez de María.
En la liturgia de la palabra de este cuarto domingo de Adviento no sólo descubrimos la sencillez que Dios prefiere por la ciudad en la que ha decidido nacer, sino que también lo vemos en la sencillez de la mujer que ha escogido como Madre de su Hijo.
En el pasaje del Evangelio de hoy descubrimos a María en el momento de la Visitación. Isabel, que está en cinta esperando el nacimiento de su hijo Juan el Bautista, recibe en su casa la visita de María, que lleva en sus entrañas al Salvador. La presencia de María llena la casa de Isabel de alegría, y la criatura que lleva en su vientre salta de gozo al encontrar la presencia de Dios hecho hombre en su casa. Isabel alaba la grandeza de María, proclamando a María bendita entre todas las mujeres. Isabel reconoce la grandeza de la Virgen.
Sin embargo María no alardea de su privilegio de ser Madre de Dios, sino que más bien al contrario, con el mismo espíritu con el que aceptó la propuesta del Ángel Gabriel el día de la Anunciación, María se reconoce a sí misma como esclava, mujer sencilla en la que Dios se ha fijado para hacer cosas grandes. María es ejemplo para nosotros de sencillez y humildad, hasta el punto de ponerse en las manos de Dios confiando en su palabra. Así lo proclama Isabel: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
FELIZ DOMINGO IV ADVIENTO.
(Fuente Nocetnam: Padre Francisco Javier Colomina Campos
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