Algunas personas mal interpretaban las acciones de Juan el Bautista y explicaban sus ayunos y penitencias diciendo que tenía un demonio; otros que veían a Jesús comer con gente de mala fama le llamaban glotón.
El Evangelio nos lleva a preguntarnos si sabemos descubrir lo bueno de los demás o si hacemos con facilidad juicios temerarios de los otros. Esforcémonos por crecer en una de las expresiones más auténticas de la caridad: la beneficencia, que es el amar a los demás por medio de la palabra. Cuidemos para que nuestros comentarios sobre las personas sean prudentes, discretos y precisos, sin agregar nunca nada que no sea verdad. Busquemos difundir siempre lo positivo que hay en los otros. No permitamos que en nuestras conversaciones se dé la crítica o la murmuración.
Sería una incoherencia de nuestra parte decirnos cristianos y a la vez difamar o hablar mal del prójimo. El cuidado de nuestra lengua exige mucha virtud. Esta actitud caritativa comienza en el interior. Cultivemos la bondad de corazón para pensar bien de los demás, comprender y perdonar siempre.
Fuente Nocetnam: Regnum Christi
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