En este segundo domingo de Adviento irrumpe con fuerza la figura de Juan el Bautista, que aparecerá tanto en este segundo domingo como en el tercer domingo de Adviento. El Bautista, junto con el profeta Isaías y con María, cuya Concepción Inmaculada celebrábamos ayer, son los personajes que de modo particular nos acompañan en este tiempo de Adviento.
El evangelista san Lucas, después del Evangelio de la infancia de Jesús que corresponde a los dos primeros capítulos, comienza el tercero introduciendo la figura del Bautista. Comienza san Lucas este relato con una solemne introducción histórica, detallando minuciosamente el momento exacto de la historia en el que aparece Juan. Esto nos indica dos cosas. Por un lado la historicidad de la persona del Bautista, y por lo tanto de Jesús, pues podemos señalar el momento exacto en el que aparece en la historia siguiendo los períodos de gobierno de las distintas autoridades que describe Lucas.
Por otro lado, el Evangelista nos hace ver la diferencia entre los distintos gobernantes, tanto romanos como judíos, que vivían rodeados de lujo y de poder, con la sencillez de Juan el Bautista. Éste aparece con humildad en el desierto, que es el lugar del silencio, y precisamente por esto es también el lugar donde se escucha la palabra de Dios.
Es curioso que el Evangelio no presenta a Juan como el protagonista, el que tiene la iniciativa, sino que en primer lugar está la palabra de Dios que viene sobre Juan. Es por tanto Dios quien tiene la iniciativa. Él es quien desea llevar adelante su proyecto de salvación para los hombres, por eso es Él quien llama a Juan, le envía su palabra, para que predique la conversión.
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