Pedro, Juan, y Santiago quedaron con la boca abierta y el corazón tocado por Jesús, y el asombro inundó sus personas. Cayeron en la cuenta de que estaban ante alguien muy superior a ellos.
En ese instante, y poco a poco en su trato posterior con él, descubrieron que Jesús era, con lenguaje de hoy, de otra galaxia, era de la galaxia divina. “Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”.
Pero Jesús, en lugar de apartarse de Pedro, de Juan y de Santiago les propuso seguirle y hacerles pescadores de hombres en su compañía. “Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.
Todo seguidor de Jesús ha tenido esta misma experiencia. Jesús sale a nuestro encuentro y se las arregla para hacer una pesca milagrosa delante de nosotros, dejarnos asombrados y deslumbrados con sus palabras, sus promesas, su inmenso amor… su persona, y convencernos de que además de ser hombre es Dios.
Por eso, gozosamente nos rendimos a él: “Te seguiré donde quiera que vayas”.
Fuente: Fray Manuel Santos Sánchez
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