lunes, 31 de marzo de 2025

Comentario lectura evangelio 01/04/25

Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina…

La mirada atenta de Dios reconoce las situaciones en las que se encuentran las personas. Lo hizo con Israel, esclavo en Egipto. Lo hace Jesús, el Hijo de Dios, fiel en todo a la voluntad del Padre, con el paralítico de la piscina de Betesda.  Los clamores expresados por la voz que se eleva a Dios o en la existencia misma que clama, quedando muy claros a la vista de todos, no pasan desapercibidos para Dios. Jesús, que entra en el templo por la Puerta de las Ovejas, encuentra allí a muchos enfermos. La diversidad de situaciones queda patente. Pero sólo se dirige a uno. Dice el evangelista “Sabiendo Jesús que llevaba mucho tiempo”. Será a él a quien haga una pregunta: “¿Quieres quedar sano?”. Y la desolación se derrama ante Jesús. Hay muchos enfermos, pero al parecer todos pueden movilizarse hacia la piscina al tiempo que se remueve el agua. Este enfermo está sujeto, por la limitación física, a su camilla. Nada puede hacer, precisa ayuda. Su contestación a la pregunta es una dolorosa descripción de la frecuente actuación humana: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado”.

No tengo a nadie que me ayude. La soledad en medio de mucha gente. La insolidaridad que desconoce a los semejantes, incluso en situaciones similares. La desesperanza como realidad. Pero allí, ante él, se presenta el que se ha hecho solidario con toda la humanidad. Y cuando le ha formulado la pregunta, ha comenzado para él su tiempo de gracia. “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”. Y la fe de aquel hombre responde al mandato de Jesús. La fe pone en pie y la palabra de salvación ha otorgado la fuerza para hacerlo. Aquel hombre ha experimentado que no estaba dejado de la mano de Dios.

Pero hay otro problema más: el sábado encasillado en una deformada lectura. Jesús actúa en sábado, porque todos los días están hechos para el hombre y en ellos la gracia de Dios se comunica, sana, salva. Para los judíos, para los cristianos, para todos los hombres, la tentación de etiquetar excluyendo, es muy frecuente. Jesús rompe el esquema y enseña que todos los días son ocasión de gracia y que los seres humanos estamos llamados por Dios a ser instrumentos de gracia. Ser imitadores de Dios. Aprender de las lecciones que Jesús ofrece.

¿Cómo comprendo yo el sentido temporal de la gracia?

¿Soy solidario con los dolores y expectativas de cada ser humano?

Fuente: Fr. Antonio Bueno Espinar O.P., Convento de Santa Cruz la Real (Granada)

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