… Hemos visto a uno que echaba
demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir…
El mensaje del breve texto del Evangelio puede parecernos una paradoja o una contradicción, pero Jesús es tajante en este sentido: ¿qué es lo más importante: el mensaje o el mensajero? Evidentemente nosotros sabemos que Jesús personifica en Sí el Reino, no es solo un intermediario, pero los discípulos -nosotros- no y esto hay que afrontarlo con mucha humildad, pero también sentido profundo de lo que es y significa el Reino de Dios.
La Iglesia no es el Reino de Dios, sino que está fundada para anunciarlo, para construirlo. En definitiva, para vivirlo con la ayuda de la Gracia. Tenemos que ser humildes y reconocer que no tenemos el monopolio del Reino. Tampoco de las buenas obras, del trabajo abnegado y desinteresado por los demás, la lucha contra las esclavitudes que siguen haciendo sufrir a los hombres. Todos conocemos personas no cristianas, incluso que se declaran ateas, que hacen la obra de Dios y es preciso -lejos de censurarlas-, colaborar con ellas a la obra del Reino, invitarlos a que colaboren con nosotros. Sin complejos, sin etiquetas, pero con la impronta de Cristo en el corazón por la Gracia.
Siempre haré memoria agradecida
del “papa bueno” San Juan XXIII que, con la gran intuición del Concilio, abrió
las puertas de la Iglesia de par en par al mundo, a tantos y tantos hombres y
mujeres que, en gran parte sin saberlo o asumirlo, buscaban el Reino de Dios
anunciado por Cristo.
Mensaje a la Iglesia y al mundo
de Juan XXIII en la inauguración del Concilio
«El Concilio que comienza aparece en la Iglesia como un día prometedor de luz resplandeciente. Apenas si es la aurora; pero ya el primer anuncio del día que surge ¡con cuánta suavidad llena nuestro corazón! Todo aquí respira santidad, todo suscita júbilo...
Al mismo tiempo vemos las dignísimas personalidades, aquí presentes, en actitud de gran respeto y de cordial expectación, llegadas a Roma desde los cinco continentes, representando a las Naciones del mundo.
Quiera el Cielo que todos vuestros esfuerzos y vuestros trabajos, en los que están centrados no sólo los ojos de todos los pueblos, sino también las esperanzas del mundo entero, satisfagan abundantemente las comunes esperanzas».
Fuente: D. Carlos José Romero Mensaque, O.P., Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)
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