”El que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”
El camino que conduce a Dios es una cruz cada día. Nunca nadie ha subido al cielo confortablemente; sabemos donde lleva este camino confortable. Jamás deja Dios sin preocupación al que se consagra a él de todo corazón; le da la preocupación por la verdad. Por otra parte con ello se conoce que Dios vela por un tal hombre: le conduce a través de aflicciones.
La Providencia no deja jamás caer en manos del demonio a los que su vida transcurre en medio de pruebas. Y, sobre todo, si besan los pies a sus hermanos, si encubren sus faltas (1P 4,8) y se las esconden como si fueran sus propias faltas. El que quiere estar sin preocupaciones en el mundo, el que tiene este deseo y busca al mismo tiempo andar sobre el camino de la virtud, ha dejado el camino. Porque los justos no solamente luchan con toda su voluntad para llevar a cabo buenas obras, sino que con pesar luchan en las tentaciones; de esta manera se prueba su paciencia.
Fuente: Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul
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