Vacíos, para ser plenos de Dios
“¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos!” (Lc 6,25). No busquemos ser saciados con las cosas de este mundo, ni con los bienes materiales o espirituales, con ninguna criatura, ni en nada que no es Dios. Más estamos vacíos de todo lo que no es Dios, más seremos capaces de ser plenos de Dios y saciados por Él…
No utilicemos las cosas de este mundo que en la medida que es necesario para realizar nuestros deberes con Dios, en la medida que él lo ordena, en vista de él solo, permaneciendo vacíos de todo apego a ellas…Alejémonos de estar saciados, vaciémonos materialmente (…), vaciemos nuestro corazón enteramente, radicalmente. Que nuestro corazón esté radicalmente vacío, para que Dios lo llene completamente.
Para nada esto quiere decir que no hay que amar a los hombres, sino que no hay que amarlos ni por uno mismo ni por ellos. Hay que amarlos en vista de Dios solo: están en nuestro corazón pero no fueron ubicados por nosotros, sino por Dios. No los amamos en nosotros, de cierta forma los amamos en el Corazón de Dios. Amamos a Dios sólo: únicamente a Él nuestro corazón. Amamos también a los hombres, pero porque ellos están en Él, porque los encontramos en su Corazón, porque son algo de Él.
Fuente: San Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
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