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Dos partes claras en el pasaje evangélico de hoy: la vocación de Mateo y la postura de Jesús comiendo con los pecadores y publicanos. En las dos hay algo que sorprende. Sorprende la respuesta inmediata de Mateo a la llamada de Jesús. Tirando de ese hilo y universalizándolo podemos afirmar que en cualquier tiempo si Jesús llama hay que hacerle caso y seguirle. En ese primer momento y en los posteriores momentos de convivir con Él, Jesús le hará comprender quien es él: el hijo de Dios, el que quiere ofrecerle una vida de amistad con él… “vosotros sois mis amigos”. Y con su amistad le quiere ofrecer, su amor, su luz, sus promesas para esta vida y para la otra. Le hará comprender que realmente él es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. No se puede rechazar a este Jesús con todo lo que nos ofrece. Así lo hizo Mateo “que se levantó y lo siguió”.
También sorprende que “estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos”. Ante los escandalizados fariseos, Jesús les sorprende con su respuesta: “no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. No es que Jesús rechace a los justos. Cómo va a rechazar a los justos que son los que cumplen todos los mandatos e indicaciones que nos hace. Lo que quiere resaltar es que también a ellos, a los pecadores, quiere ofrecerles su amistad, para que disfruten de la vida y la vida en abundancia que trae consigo.
Fuente: Fray Manuel Santos Sánchez O.P. Convento de Santo Domingo (Oviedo)
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