«¿No es éste el hijo de José?»
Me parece que han llegado al más
alto grado los que, de todo corazón y sin fingimiento, los que se han dominado
suficientemente para no buscar otra cosa que ser despreciados, no ser tenidos
en cuenta para nada y vivir en el anonadamiento... Vosotros, mientras no hayáis
llegado hasta aquí, pensad que no habéis hecho nada. En efecto, puesto que
verdaderamente todos nosotros somos “servidores inútiles”, según la palabra del
Señor (Lc 17,10), y eso aunque hagamos bien todas las cosas, mientras no
lleguemos a este grado de anonadamiento, no estaremos en la verdad, sino que
estaremos y caminaremos en la vanidad...
Sabes muy bien cómo el Señor
Jesús empezó por hacer antes que en enseñar. Más adelante diría: “Aprended de
mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Y eso quiso primero,
practicarlo él realmente, sin ficción. Lo hizo de todo corazón, igual que de
todo corazón y en verdad era humilde y manso. En él no había simulación (cf 2C
1,19). Se adentró tan profundamente en la humildad y el menosprecio y la
abyección, de tal manera se anonadó a los ojos de todos que, cuando se puso a
predicar y anunciar las maravillas de Dios y hacer milagros y cosas admirables,
no era estimado sino que se le desdeñó y se burlaban de él diciendo: “¿No es
éste el hijo del carpintero?” y otras frases semejantes. Es así como se
verificó la frase que después diría el apóstol Pablo: “Se anonadó a si mismo
tomando la condición de esclavo” (Flp 2,7), no sólo como un servidor ordinario
por la encarnación, sino la de un servidor cualquiera a través de una vida
humilde y despreciable.
Fuente: San Buenaventura
(1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia
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