Sermón: Si quieres seguir a Cristo, vuélvete a la cruz; soporta, aguanta, manténte firme
«El que encuentre su vida la
perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 10,39)
Sermón 96, 1-4: PL 38, 584-586
Parece duro y grave este precepto
del Señor de negarse a sí mismo para seguirle. Pero no es ni duro ni grave lo
que manda aquel que ayuda a realizar lo que ordena. Es verdad, en efecto, lo
que se dice en el salmo: Según tus mandatos, yo me he mantenido en la senda
penosa. Como también es cierto lo que él mismo afirma: Mi yugo es llevadero y
mi carga ligera. El amor hace suave lo que hay de duro en el precepto.
Todos sabemos de qué no es capaz
el amor. El amor es no pocas veces hasta réprobo y lascivo. ¡Cuántas cosas
duras no tuvieron que tolerar los hombres, cuántas cosas indignas e
intolerables no hubieron de soportar para lograr el objeto de su amor!
Pues bien, siendo en su mayoría
los hombres cuales son sus amores, ni es preciso preocuparse tanto de cómo se
vive cuanto de saber elegir lo que es digno de ser amado, ¿por qué te admiras
de que quien ama a Cristo y quiere seguir a Cristo, amando se niegue a sí
mismo? Pues si es verdad que el hombre se pierde amándose, no hay duda de que
se encuentra negándose.
¿Quién no ha de querer seguir a
Cristo, en quien reside la felicidad suma, la suma paz, la eterna seguridad?
Bueno le es seguir a Cristo, pero conviene considerar el camino. Porque cuando
el Señor Jesús pronunció estas palabras, todavía no había resucitado de entre
los muertos. Todavía no había padecido, le esperaba la cruz, el deshonor, los
ultrajes, la flagelación, las espinas, las heridas, los insultos, los oprobios,
la muerte. Un camino casi desesperado; te acobarda; no quieres seguirlo.
¡Síguelo! Erizado es el camino que el hombre se ha construido, pero Cristo lo
ha allanado recorriéndolo fatigosamente de retorno.
Pues ¿quién no desea caminar
hacia la exaltación? A todo el mundo le deleita la grandeza: pues bien, la humildad
es la escala para ascender a ella. ¿Por qué alzas el pie más allá de tus
posibilidades? ¿Quieres caer en vez de ascender? Da un primer paso y ya has
iniciado la ascensión. No querían respetar esta gradación de la humildad
aquellos dos discípulos, que decían: Señor, concédenos sentarnos en tu gloria
uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Aspiraban a la cima sin tener en cuenta
las escalas intermedias. El Señor se las indicó. ¿Qué es lo que les respondió?
¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? Vosotros que aspiráis a la
cúpula de la grandeza, ¿sois capaces de beber el cáliz de la humildad? Por eso
no se contentó con, decir: Que se niegue a sí mismo y me siga, sino que
intercaló: Que cargue con su cruz y me siga.
¿Qué significa: Cargue con su
cruz? Soporte cualquier molestia: y así que me siga. Bastará que se ponga a
seguirme imitando mi vida y cumpliendo mis preceptos, para que al punto
aparezcan muchos contradictores, muchos que intenten impedírselo, muchos que querrán
disuadirle, y los encontrará incluso entre los seguidores de Cristo. A Cristo
acompañaban aquellos que querían hacer callar a los ciegos. Si quieres
seguirle, acepta como cruz las amenazas, las seducciones y los obstáculos de
cualquier clase; soporta, aguanta, manténte firme. Estas palabras del Señor
parecen una exhortación al martirio. Si arrecia la persecución, ¿no debe
despreciarse todo por amor a Cristo?
Fuente: Agustín de Hipona
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