Ver o creer
Hoy la Iglesia celebra la
Festividad del Apóstol Tomás, apodado Dídimo o el mellizo.
Como bien nos indica la carta a
los Efesios 2, 19-22 que hoy leemos, “estamos edificados sobre el fundamento de
los apóstoles y profetas”, y por eso nos vamos a detener en la figura del
apóstol Tomás, sin olvidar nunca que “la piedra angular es el mismo Cristo
Jesús”.
Varias son las intervenciones de
Tomás en el Evangelio, pero nos fijaremos en la que se nos relata en Juan 20 la
escena de su incredulidad, que tuvo lugar ocho días después de la Pascua. Sus
palabras lo delatan, a la vez que en el fondo ponen de manifiesto la convicción
de que a Jesús ya no se le debe reconocer por el rostro, sino más bien por las
llagas «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el
agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn 20, 25).
Tomás considera que los signos distintivos de la identidad de Jesús son ahora
sobre todo las llagas, en las que se revela hasta qué punto nos ha amado.
A la interpelación de Jesús:
«Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y
no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20, 27). Tomás reacciona con la profesión
de fe más espléndida del Nuevo Testamento: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 28).
San Agustín comenta: Tomás «veía
y tocaba al hombre, pero confesaba su fe en Dios, a quien ni veía ni tocaba.
Pero lo que veía y tocaba lo llevaba a creer en lo que hasta entonces había
dudado» (In Iohann. 121, 5). El evangelista prosigue con una última frase de
Jesús dirigida a Tomás: «Porque me has visto has creído. Bienaventurados los
que crean sin haber visto» (Jn 20, 29).
Muy acertadamente escribió el
Papa Benedicto XVI: “esta frase puede ponerse también en presente:
«Bienaventurados los que no ven y creen». En todo caso, Jesús enuncia aquí un
principio fundamental para los cristianos que vendrán después de Tomás, es
decir, para todos nosotros. Es interesante observar cómo otro Tomás, el gran
teólogo medieval de Aquino, une esta bienaventuranza con otra referida por san
Lucas que parece opuesta: «Bienaventurados los ojos que ven lo que veis» (Lc
10, 23). Pero el Aquinate comenta: «Tiene mucho más mérito quien cree sin ver
que quien cree viendo» (In Johann. XX, lectio VI, § 2566)”.
Y nosotros ¿somos de los que
necesitan ver, sentir, experimentar algo para creer o nos basta con la Palabra
de Jesús?
Pues que santo Tomás nos alcance
de Dios esta fe fuerte, recia que no necesita de ver para creer y eso nos haga
felices y nos lleve a proclamar esa Buena Nueva al mundo entero (cf. Salmo
116).
Fuente: Monasterio Sancti
Spiritus - MM. Dominicas, Toro
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