«Se levantó un fuerte huracán»
También nosotros navegamos
en un lago en el que no faltan ni viento
ni tempestades; las cotidianas tentaciones de este mundo casi hunden nuestra
barca. ¿De dónde viene esta situación sino de que Jesús duerme? Si Jesús no
durmiera en ti no sufrirías estas tempestades, sino que gozarías de una gran
tranquilidad interior porque Jesús estaría velando contigo.
¿Qué quiere decir: Jesús duerme?
Quiere decir que tu fe en Jesús está dormida. Se levantan los huracanes en el
lago: ves prosperar a los malvados y sufrir a los buenos; hay una tentación, un
choque de las olas. Y en el interior de tu alma dirás: «Dios mío, ¿dónde está
tu justicia si los malos prosperan y los buenos se sienten abandonados al
sufrimiento?» Sí, tú dices a Dios: «¿Es ésta tu justicia?» Y Dios te contesta:
«¿Es ésta tu fe? ¿Qué es lo que, en efecto, te he prometido? ¿Es que te has
hecho cristiano para tener éxito en este mundo? ¿Te has atormentado por la
suerte de los malos aquí abajo siendo así que no conoces su suerte en el otro
mundo?»
¿De dónde proviene que hables así
y te veas sacudido por las olas del lago y por el huracán? Es porque Jesús
duerme, es decir, que tu fe en Jesús se ha adormecido en tu corazón. ¿Qué harás
para ser liberado de esta situación? Despierta a Jesús y dile: « Maestro, ¿no
te importa que nos hundamos? Las incertidumbres de nuestra travesía por el lago
nos perturban; nos hundimos. Pero él se despertará, es decir, volverás a tener
fe, y con la ayuda de Jesús, reflexionarás en tu corazón y te caerás en la cuenta de que los bienes concedidos hoy a los
malos, no durarán. Sus bienes, o bien se les acaban en esta vida, o bien
deberán abandonarlos en el momento de su muerte. Pero para ti, por el
contrario, lo que se te ha prometido durará por toda la eternidad... Da pues, la
espalda a lo que acaba en ruina, y vuelve tu rostro hacia lo que permanece.
Cuando Cristo se despierte, el huracán ya no sacudirá más tu corazón, las olas
no hundirán tu barca, porque tu fe mandará a los vientos y a las olas, y el
peligro desaparecerá.
Fuente: San Agustín (354-430) obispo
de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
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