No perder la esperanza
Un día te levantas sabiendo los
retos con los que te vas a enfrentar, sabes cuáles son las posibilidades, sabes
que, a pesar de tener todo bien preparado para que haya más posibilidades de
que salga bien que de que salga mal, también hay factores que no puedes
controlar y se puede desequilibrar la balanza y torcerse el resultado. No
pierdas la esperanza.
Si todo estuviera verdaderamente
claro y supiéramos que, como en matemáticas dos más dos son cuatro, la realidad
sería completamente diferente, no habría retos, no nos plantearíamos preguntas,
no habría cuestiones que resolver, pero para eso existe, al igual que en las
matemáticas, las variables, la probabilidad y el infinito. Para eso es para lo
que necesitamos la esperanza.
Después de un duro trabajo y unos
resultados desfavorables o negativos, lo que apetece es desaparecer, borrar lo
ocurrido de la mente, cambiar completamente la situación para que la pena, el
miedo, la rabia, la frustración no nos ahoguen, es cierto, pero, a medida que
va pasando el tiempo, descubres que hay dos caminos: o abandonar y dejar todo
atrás porque no hay nada que hacer, o partiendo de lo vivido coger un impulso
nuevo y descubrir las diferentes posibilidades que se presentan tras esa
experiencia, analizando aquello que ha salido mal, lo que no fue una mala idea,
lo que se hizo bien y con todo eso y sin perder la esperanza, seguir adelante,
en el mismo lugar o en otro, pero siempre aprendiendo.
¿Qué camino quieres elegir?
¿Sabes que siempre vas a tener una buena compañía? ¿Prefieres rendirte o seguir
intentándolo?
Fuente: Hna. Macu Becerra O.P. Dominicas
Misioneras de la Sagrada Familia
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