Nuestro encuentro con Cristo, desde el día de nuestro Bautismo, fue un golpe de gracia y de vida pero, cuando pasa el tiempo, vamos cayendo en la cuenta de lo que supone comprometerse con El. O de lo que nos espera, si somos capaces y estamos interesados, claro está, de acoplar hasta las últimas consecuencias, su estilo de vida con la nuestra. Porque, nos puede ocurrir lo mismo que a aquellos que, en la sinagoga, quedaron encantados por las palabras de Jesús pero, a continuación, comenzaron a pensárselo dos veces: ¿no es este Jesús el hijo del carpintero? ¿Y esos milagros? También, esta reacción y actitud, la solemos emplear muchísimas veces en personas de nuestro entorno cuando nos cuesta admitir el bien que nos hacen o, simplemente, el que llevan la razón.
Fuente nocetnam: Padre Javier Leoz.
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