San Lucas nació en la ciudad sirio-romana de
Antioquía, proveniente de una familia de origen griego. Perteneció a una de las
primeras comunidades cristianas, dirigida por el apóstol San Pablo, de quien recibió la Fe
Verdadera. La tradición dice que San Lucas era médico, lo que explicaría sus
conocimientos culturales, patentes en la manera refinada y elegante en la
que redactó el Evangelio en lengua griega, su lengua materna.
Su elaboración de sentimientos privados de la Virgen María (ej. “María,
por su parte, guardaba con cuidado todas estas cosas, meditándolas en su
corazón“), indican su contacto directo con la Santísima Virgen,
quien se cree que le pudo haber relatado ciertos hechos de la infancia de
Jesús, así como de su vida privada, que solo Ella le pudo
haber trasmitido.
En el siglo II,
San Irineo nos confirmaba que
San Lucas, llamado “el médico amado” por San Pablo, fue uno de los
cuatro autores de los Evangelios considerados canónicos por su cercanía a la
vida de Jesús: «Mateo publicó su
propio Evangelio entre los hebreos en su propia lengua, cuando Pedro y Pablo
estaban predicando el evangelio en Roma y fundando la iglesia allí. Después de
su partida, Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, él mismo nos dejó por
escrito la esencia de la predicación de Pedro. Lucas, seguidor de Pablo, asentó
en un libro el evangelio predicado por su maestro. Luego Juan, el discípulo del
Señor, quien también se recostaba sobre su pecho, produjo su Evangelio mientras
vivía en Éfeso en Asia.»
Ciertas tradiciones atribuyen a San Lucas la realización de una
serie de iconos de la Virgen María.
Por las cartas de San Pablo, se sabe que Lucas estuvo con él en ciertos momentos
claves, como lo son el viaje de Filipos a Tróade, así como a Jerusalén, donde
San Pablo fue atacado por los judíos. San Lucas también es mencionado entre los
que estuvieron en el naufragio de San
Pablo en la isla de Malta, y posterior traslado a Roma.
En Roma, se cree que San Lucas permaneció con San
Pablo hasta su martirio durante la persecución
de Nerón. Ya relataba San Pablo en la carta a Timoteo: «Procura venir pronto a verme, porque Demas
me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a
Galacia, y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele
contigo, porque me es útil para el ministerio.»
Según la tradición, San Lucas sufrió la gloria del martirio en Acaya, donde
fue colgado de la rama de un árbol. Según recogen antiguas crónicas, el
Evangelista pidió que le enterrasen junto a una talla de la Virgen que él mismo
había realizado. Más tarde, sus restos fueron trasladados a Constantinopla,
donde se le enterró en la Basílica de
los Santos Apóstoles. En la actualidad, sus restos se encuentran en la Basílica de Santa Justina, en Padua,
Italia.
A San Lucas se
le representa como un toro alado por las narraciones del
Apocalipsis, en las que se encuentran cuatro vivientes delante del trono
del Cordero, cada uno relacionados con un Evangelista.
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