sábado, 6 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 06/12/25

"Gratis habéis recibido, dad gratis"

El pasaje del evangelio nos muestra una profundidad a cerca de las entrañas de compasión que tiene Jesús para con la humanidad. En esos recorridos de pueblo en pueblo, siente el dolor de una multitud “descarriada”. Por ello, la lectura nos debería llevar a despertar de la vida que llevamos para comprender la propuesta de liberación total de la persona que provoca el Evangelio del Reino, que anuncia Jesús. Todos tenemos en nuestra historia personal algo oscuro, algo que sanar, algo que nos esclaviza, algo que debe de ser tocado por la misericordia de Jesús. “Gratis habéis recibido, dad gratis” parece ser que hay un pequeño grupo que a duras penas ha alcanzado a comprender el proyecto del Reino, pero se aventuran a seguir a Jesús, dejan las redes para humanizar desde la ternura de Dios.

Hubo un grupo en los primeros cristianos que representaron a Jesús como el “Buen Pastor”. Esa imagen pasó rápidamente a formar parte de nuestra espiritualidad y me parece sugerente para comprender mejor el mensaje que se nos trata de mostrar hoy. La figura del pastor tiene como función principal la de cuidar su rebaño. Cada día antes de clarear el día, el pastor, se dirige al aprisco para comenzar con las tareas de cuidado. Se necesita dar alimento, curar, atender, conducirlas a los pastos, proteger de posibles peligros y depredadores… El que ama a las ovejas, las cuida. Las llama por su nombre. Sabe la necesidad que tiene cada una. En definitiva, son especiales para él y son su vida. Por ello, de una manera simple, la espiritualidad cristiana comienza a identificar la figura de pastor con Cristo y nosotros con el rebaño de su propiedad: “El Señor es mi pastor nada me falta” (Sal 23).

El otro grupo que aparece con cierta importancia en el texto son: “ovejas descarriadas de Israel”. Es curioso, porque manifiesta un matiz importante de esas ovejas, sin horizonte, sin rumbo, abatidas, extraviadas… Con necesidades vitales importantes, enfermedades, dolencias, desatendidas, esclavizadas por distintas circunstancias de la vida, apartadas, etiquetadas o muertas en vida… Con la necesidad de recibir la compasión del Pastor que las ama.

El evangelista Mateo nos ha presentado a Jesús que comienza la empresa de la liberación total de la persona mediante la predicación del Evangelio del Reino, necesita unos “pastores” que dejen las redes y se dediquen a la mies del Reino. Y, son enviados a sanar, curar, resucitar, arrojar demonios, a un rebaño que en todas las etapas de la historia sufre y está desvalido. Me parece sugerente el poema de Luis de Góngora, «Oveja perdida ven», para completar un poco este sentido de relación interpersonal pastor-oveja: «Por descubrirte mejor cuando balabas perdida, dejé en un árbol la vida donde me subió el amor… Pasto, al fin, hoy tuyo hecho, ¿cuál dará mayor asombro, el traerte yo en el hombro, o el traerme tú en el pecho?».

Dos rasgos esenciales de Jesús Buen Pastor aparecen en el poema: da la vida por amor y se hace alimento, pasto, para todas aquellas realidades de sufrimiento, descarriadas por las que pasan las ovejas de esta sociedad puedan en Él, en su Palabra, en su amor, encontrar el horizonte de nos da la plenitud como persona humana y la liberación de todo mal. Entrégate y regala lo que Cristo te ha dado.

Fuente: Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P., Convento de Santo Domingo (Caleruega)

jueves, 4 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 05/12/25

¿Crees que puedo hacerlo?

Cuando somos pequeños creemos que nuestros padres, son mágicos, tienen superpoderes, consiguen todo lo que necesitamos o queremos, a medida que vamos creciendo nos damos cuenta de que esos superpoderes se los hemos dado nosotros, que nuestra mirada los ha convertido en personas con magia. Si nos preguntan si confiamos en ellos, si creemos en ellos, nuestra respuesta es rápida y contundente “”.

Que pena que vayamos perdiendo la confianza en los demás a medida que vamos creciendo, esa confianza se va convirtiendo en duda, se nos va volviendo borrosa y a veces la mente y el corazón nos juegan malas pasadas y nos alejamos de esas personas que han sido referentes en nuestra niñez.

Hoy se nos vuelve a plantear la pregunta “¿Crees que puedo hacerlo?”, hoy nos preguntan si nuestra confianza nos permite mirar con unos ojos limpios, con una mirada verdadera, dejando que entre esa información a lo más profundo de nuestro ser y nos ayude a descubrir a los otros y a nosotros mismos, y por qué no, a Dios en esa mirada.

A veces no vemos lo evidente porque nos ciega nuestro pensamiento, no encontramos las gafas que llevamos puestas, vemos los colores de otra forma porque nos empeñamos en defender nuestras ideas, en vez de abrirnos a otras posibilidades. De esa manera la pregunta puede que no llegue a nosotros, porque también tenemos cerrados los oídos.

Levantemos la mirada, abramos los oídos, ensanchemos el corazón y dejemos atrás los prejuicios que nos impiden confiar en los demás, incluso en nosotros mismos.

 ¿Te has preguntado alguna vez a ti “crees que puedo hacerlo”? ¿Has confiado en los demás?

Fuente: Hna. Macu Becerra O.P., Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 04/12/25

Entrar en el Reino haciendo la voluntad del Padre

Un día que Gertrudis rezaba [por la salud de la Madre] con el deseo de conocer en qué situación se encontraba, el Señor le respondió: “Con incomparable alegría he esperado este día para conducir a la soledad a la que he elegido, para hablarle en el corazón (cf. Os 2,16). No fui defraudado al haber esperado (cf. Sal77,30) ya que ella responde siempre según mi agrado y me obedece en todo, para mi gran alegría. (…)

Estas palabras que el Señor  dice a su elegida son una prueba y una preocupación para su corazón. La enferma piensa que ella es inútil, que pierde tiempo sin resultado, que otros trabajan para ella, sabiendo que el bien de la salud quizás nunca retornará. A todo responde de una forma conforme al agrado divino, guardando la paciencia en el corazón, deseando que la voluntad de Dios se cumpla perfectamente en ella. (…)

El Señor agregó: “Mi elegida se somete a mí, para mi gran alegría, cuando ella no busca sustraerse a las incomodidades de la enfermedad. (…) Más pesa sobre ella la enfermedad y la fatiga, más ella me es dócil, aceptando pacientemente y con discreción, alivios y remedios necesarios a su cuerpo, para el agrado de mi buen Corazón. Esto es una piedra preciosa más a su corona, ya que a veces no hace esto sin penas. Sin embargo, que retome coraje, recordando que gracias a mi bondad y ternura “todo coopera al bien de los que aman” (cf. Rom 8,28).

Fuente: Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja benedictina

martes, 2 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 03/12/25

Me da lástima la gente porque no tienen qué comer

La santidad de Dios se ha encarnado en la compasión de Jesús. Él no sólo es bueno, sino que pasó por el mundo haciendo el bien (Hch 10,38).

Acabamos de comenzar a vivir un nuevo Adviento en el que deseamos y esperamos que Él venga, porque es aún mucho lo que queda por sanar: soberbias, envidias, egoísmos, enemistades, hambres, enfermedades, soledades, violencias…; tantos males, en fin, que siguen lacerando el mundo y nuestro propio mundo interior.

Acudimos a Él porque nos sentimos muy limitados a la hora de afrontar los males propios y los ajenos. Las mismas instituciones sociales y políticas que nacieron, al menos teóricamente, para llegar allí donde no llegamos los particulares, se muestran con excesiva frecuencia tan grandilocuentes como ineficaces.

Es importante, no obstante, no perder la confianza, no olvidar nuestras responsabilidades cara al bien común, y mantener la fe y la esperanza en la fertilidad de nuestros dones por pequeños que sean.

De todo esto nos habla la narración de Mateo. En medio del monte y de una gran masa de gente, descuellan dos protagonistas: Jesús, solícito y compasivo, y los discípulos a quienes pide sus siete panes y sus pocos peces que, una vez multiplicados por su bendición y acción de gracias, les encomienda que los repartan a la gente.

Se trata de una comida más de Jesús. Los evangelios han guardado el recuerdo del valor salvífico de esas comidas. En ellas no se trataba solo de satisfacer una necesidad biológica, sino de expandir profundos sentimientos humanos: sentirse comensales, reconocerse los unos a los otros, abrirse a nuevas amistades, compartir recuerdos del pasado y proyectos para el futuro, disfrutar los bienes que Dios crea y conserva para nosotros.

Las comidas de Jesús no son para un grupo selecto de invitados. Incluyen a todos, incluso a los pecadores. Este modo de proceder del Señor escandalizó a muchos: “¿Cómo es que come con los publicanos y los pecadores?” (Mc 2,15-16). Son signos del amor del Padre a los invitados, generando fraternidad.

El otro protagonista, los discípulos. Entregan y reparten, dan y sirven, presentan y comparten: en esos binomios está la médula de la identidad cristiana.Seguimos a Jesús si ponemos en sus manos lo que somos y tenemos, dejándo que Él lo plenifique, y desbordándonos luego en el servicio a los otros.

Las palabras de Jesús cuando toma los dones de los discípulos, da gracias, los parte y los va dando…, nos recuerdan la Eucaristía. Es la más significativa comida de Jesús cuando, cenando con los suyos, les encarga reiterar ese gesto sagrado para recordar cómo había sido su vida y su entrega. Y una invitación para lo que será el banquete del Reino.

Los cristianos acudimos con frecuencia a la Eucaristía, pero necesitamos revalorizar ese encuentro, sin reducir nuestra presencia al cumplimiento de un deber ritual. Es el escenario de un intercambio de dones y de una aceptación de responsabilidades. Una ocasión de experimentar que el Padre sigue queriendo contar con cada uno de nosotros para hacer avanzar su Reino.

¿Creemos que Dios interviene en nuestras vidas para salvarnos, dándonos sentido y proponiéndonos metas, perdonando nuestros fracasos y manteniendo nuestra esperanza en su Reino?

Ante tantas necesidades de nuestros hermanos y hermanas, sin desanimarnos por la poca importancia de lo que cada uno podemos hacer ¿creemos en la solidaridad, con la que Dios nos pone al servicio de todos y multiplica el resultado de nuestras pequeñas entregas?

Fuente: Fray Fernando Vela López, Convento Virgen del Camino (León)

lunes, 1 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 02/12/25

Hoy leemos un extracto del capítulo 10 del Evangelio según san Lucas. El Señor ha enviado a setenta y dos discípulos a los lugares adonde Él mismo ha de ir. Y regresan exultantes. Oyéndoles contar sus hechos y gestas, «Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra’» (Lc 10,21).

La gratitud es una de las facetas de la humildad. El arrogante considera que no debe nada a nadie. Pero para estar agradecido, primero, hay que ser capaz de descubrir nuestra pequeñez. “Gracias” es una de las primeras palabras que enseñamos a los niños. «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Lc 10,21).

Benedicto XVI, al hablar de la actitud de adoración, afirma que ella presupone un «reconocimiento de la presencia de Dios, Creador y Señor del universo. Es un reconocimiento lleno de gratitud, que brota desde lo más hondo del corazón y abarca todo el ser, porque el hombre sólo puede realizarse plenamente a sí mismo adorando y amando a Dios por encima de todas las cosas».

Un alma sensible experimenta la necesidad de manifestar su reconocimiento. Es lo único que los hombres podemos hacer para responder a los favores divinos. «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7). Desde luego, nos hace falta «dar gracias a Dios Padre, a través de su Hijo, en el Espíritu Santo; con la gran misericordia con la que nos ha amado, ha sentido lástima por nosotros, y cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos ha hecho revivir con Cristo para que seamos en Él una nueva creación» (San León Magno).

Fuente: Abbé Jean GOTTIGNY, (Bruxelles, Bélgica)

domingo, 30 de noviembre de 2025

Reseña comida noviembre 2025


Ayer domingo, día 30 de noviembre, celebramos en los patios de la parroquia la primera comida familiar del curso 2025/26, un encuentro marcado por la alegría compartida y el espíritu de comunidad. La celebración coincidió con la entrada del Adviento, tiempo de esperanza y preparación, lo que aportó un sentido aún más profundo a esta jornada festiva.

El ambiente estuvo especialmente animado, pues la comida sirvió también como colofón a la peregrinación realizada el día anterior a la Catedral, donde numerosos participantes vivieron intensamente el Jubileo de la Esperanza 2025. Durante el encuentro, se hizo entrega de los diplomas acreditativos a quienes habían completado este camino jubilar, un gesto emotivo que fue recibido entre aplausos y gratitud.

En lo gastronómico, la convivencia fue un auténtico éxito. Se pudieron degustar chacinas variadas, empanadas, tortillas y una magnífica paella que reunió a todos alrededor de la mesa. Como broche final, no faltó un surtido de dulces que puso el punto más goloso a la tarde.

Fue, en definitiva, una jornada entrañable que reforzó la unión de la comunidad parroquial y dejó un agradable sabor de boca para iniciar con ilusión este nuevo curso.





Comentario lectura evangelio 01/12/25

Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo

Este episodio del texto evangélico es confirmación de que hay razones para la esperanza. La predicación de Jesús no estaba llena de éxitos, y menos aún en Cafarnaúm, donde vivía con sus discípulos; (¡ay de ti Cafarnaúm…, diría Jesús decepcionado por la no acogida a su palabra y persona). Y es alguien ajeno al pueblo judío, miembro del poder que domina a Israel, quien confía en Jesús. En su simple palabra. El mismo Jesús quedó sorprendido, dice el texto: sorpresa admirativa. Es un momento en que Jesús rompe con la creencia, generalizada entre los judíos, de que ellos son los únicos que merecen los beneficios de Dios, con desprecio hacia los otros pueblos. Es una inversión de la acogida de Dios, de la acogida que tendrá el mismo Jesús, su evangelio y su salvación. El compromiso de Dios en Jesús con los seres humanos es universal, nadie queda excluido. Y no pocas veces, y de ello podemos tener experiencia, de los que menos se espera, nos llegan a nosotros ejemplos de vida evangélica, de confianza en Dios.

No olvidemos que la esperanza está abierta todos, nadie queda fuera de las promesas y ayuda de Dios. Seamos ejemplo de esperanza. Personas alegres porque estamos invitados a la casa del Señor. Él ha venido primero a la nuestra.

Fuente: Fray Juan José de León Lastra O.P., Convento de Santo Domingo (Oviedo)