Hoy, la liturgia de Adviento nos
presenta a José, que recibirá de Dios una misión: el Verbo de Dios, que nacerá
de la Virgen, quedará también bajo sus cuidados paternos. El profeta Isaías
había anunciado unos 700 años antes: «He aquí que la virgen concebirá y dará a
luz un hijo» (Is 7,14). Perplejo y movido por la incomprensión ante tan gran
misterio, José, temeroso de Dios y hombre “justo y bueno”, había decidido en
secreto dejar a María con sus padres. Y encuentra en las palabras del mensajero
las razones para desistir de su decisión y aceptar el misterio y los planes de
Dios: «¡No tengas miedo de recibir a María, tu esposa!» (Mt 1,20). El Espíritu
Santo, que en María engendró al Verbo encarnado, da sentido y confirma lo que
el ángel dijo a José, que recibe la gran misión de dar nombre y cuidar del
Niño-Dios engendrado en el seno virginal de una joven de Nazaret (cf. Mt
1,20-21).
San Bernardino de Siena dice que «cuando la Providencia divina elige a alguien para una gracia particular o un estado superior, también da a la persona así escogida todos los carismas necesarios para el ejercicio de su misión». Y así José, libre de miedos y temores, se hizo colaborador en la obra de la encarnación, capacitado para asumir esta honrosa y desafiante misión.
Hoy vivimos en medio de miedos e inseguridades, en situaciones que a veces nos desaniman y nos llevan a abandonar el barco, buscando en la huida soluciones para las realidades difíciles. Pero en medio de la oración silenciosa y contemplativa, el Señor también nos dice: «¡No tengáis miedo!» (cf. Mt 14,27), y nos anima a aceptar, confiados y decididos, sus designios.
En nuestros días, el Papa León XIV nos alienta: «Dios nos ama a todos y el mal no prevalecerá. Estamos todos en las manos de Dios y, sin miedo, todos unidos a la mano de Dios y unos a los otros, sigamos adelante».
Fuente: Rev. D. Edson RODRIGUES, (Pesqueira, Pernambuco, Brasil)







