Es necesario leer cada trozo del evangelio dentro de su contexto para poder entender su significado profundo.
Este texto de san Mateo viene después del Sermón de la montaña, donde Jesús ha expuesto su mensaje. Una pregunta queda abierta entonces: ¿este mensaje tiene utilidad y eficacia, o son simplemente bellas palabras?
Por eso, le sigue una sección de milagros: Jesús y su mensaje tienen eficacia. Pero entonces surge otro interrogante: ¿Y quién y cómo va a acompañar y seguir esta tarea?
Son precisas personas que tengan dos características: que sigan a Jesús sin condiciones ni seguridades materiales (Mt 8, 18-22) y con una gran confianza en él pase lo que pase. Esto último es el sentido del evangelio de hoy: la tempestad calmada. La tormenta es símbolo de todas las dificultades que tendrá que arrostrar cada creyente y la comunidad entera en medio de la vida. Y en esos momentos, parece que Jesús duerme. Incluso surge la duda, como indicará el texto paralelo de Marcos: 4, 38: “Maestro ¿no te importa que perezcamos?”
Oír Jesús que nosotros creamos que no le importamos a él, le subleva. ¡Si él ha dado, está dando y estará dando continuamente su vida por nosotros para darnos vida! : ”Como el Padre me amó, así yo también os he amado a vosotros” (Jn 15, 9). ”Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos” (Jn 15, 13-14)
No confiar en Jesús en cualquier circunstancia de la vida, no seguirle con un corazón dispuesto, no hacer vida su mensaje, es no creer en Jesús.
¿Siento que Dios es mi amigo, como lo fue de Abraham? ¿En las horas buena y en las horas malas ¿siento que le intereso a Jesús y reafirmo mi confianza en él?
Fuente: Fr. Francisco José Rodríguez Fassio, Convento de Santo Domingo Ra’ykuéra – Asunción (Paraguay).