martes, 2 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 03/12/25

Me da lástima la gente porque no tienen qué comer

La santidad de Dios se ha encarnado en la compasión de Jesús. Él no sólo es bueno, sino que pasó por el mundo haciendo el bien (Hch 10,38).

Acabamos de comenzar a vivir un nuevo Adviento en el que deseamos y esperamos que Él venga, porque es aún mucho lo que queda por sanar: soberbias, envidias, egoísmos, enemistades, hambres, enfermedades, soledades, violencias…; tantos males, en fin, que siguen lacerando el mundo y nuestro propio mundo interior.

Acudimos a Él porque nos sentimos muy limitados a la hora de afrontar los males propios y los ajenos. Las mismas instituciones sociales y políticas que nacieron, al menos teóricamente, para llegar allí donde no llegamos los particulares, se muestran con excesiva frecuencia tan grandilocuentes como ineficaces.

Es importante, no obstante, no perder la confianza, no olvidar nuestras responsabilidades cara al bien común, y mantener la fe y la esperanza en la fertilidad de nuestros dones por pequeños que sean.

De todo esto nos habla la narración de Mateo. En medio del monte y de una gran masa de gente, descuellan dos protagonistas: Jesús, solícito y compasivo, y los discípulos a quienes pide sus siete panes y sus pocos peces que, una vez multiplicados por su bendición y acción de gracias, les encomienda que los repartan a la gente.

Se trata de una comida más de Jesús. Los evangelios han guardado el recuerdo del valor salvífico de esas comidas. En ellas no se trataba solo de satisfacer una necesidad biológica, sino de expandir profundos sentimientos humanos: sentirse comensales, reconocerse los unos a los otros, abrirse a nuevas amistades, compartir recuerdos del pasado y proyectos para el futuro, disfrutar los bienes que Dios crea y conserva para nosotros.

Las comidas de Jesús no son para un grupo selecto de invitados. Incluyen a todos, incluso a los pecadores. Este modo de proceder del Señor escandalizó a muchos: “¿Cómo es que come con los publicanos y los pecadores?” (Mc 2,15-16). Son signos del amor del Padre a los invitados, generando fraternidad.

El otro protagonista, los discípulos. Entregan y reparten, dan y sirven, presentan y comparten: en esos binomios está la médula de la identidad cristiana.Seguimos a Jesús si ponemos en sus manos lo que somos y tenemos, dejándo que Él lo plenifique, y desbordándonos luego en el servicio a los otros.

Las palabras de Jesús cuando toma los dones de los discípulos, da gracias, los parte y los va dando…, nos recuerdan la Eucaristía. Es la más significativa comida de Jesús cuando, cenando con los suyos, les encarga reiterar ese gesto sagrado para recordar cómo había sido su vida y su entrega. Y una invitación para lo que será el banquete del Reino.

Los cristianos acudimos con frecuencia a la Eucaristía, pero necesitamos revalorizar ese encuentro, sin reducir nuestra presencia al cumplimiento de un deber ritual. Es el escenario de un intercambio de dones y de una aceptación de responsabilidades. Una ocasión de experimentar que el Padre sigue queriendo contar con cada uno de nosotros para hacer avanzar su Reino.

¿Creemos que Dios interviene en nuestras vidas para salvarnos, dándonos sentido y proponiéndonos metas, perdonando nuestros fracasos y manteniendo nuestra esperanza en su Reino?

Ante tantas necesidades de nuestros hermanos y hermanas, sin desanimarnos por la poca importancia de lo que cada uno podemos hacer ¿creemos en la solidaridad, con la que Dios nos pone al servicio de todos y multiplica el resultado de nuestras pequeñas entregas?

Fuente: Fray Fernando Vela López, Convento Virgen del Camino (León)

lunes, 1 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 02/12/25

Hoy leemos un extracto del capítulo 10 del Evangelio según san Lucas. El Señor ha enviado a setenta y dos discípulos a los lugares adonde Él mismo ha de ir. Y regresan exultantes. Oyéndoles contar sus hechos y gestas, «Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra’» (Lc 10,21).

La gratitud es una de las facetas de la humildad. El arrogante considera que no debe nada a nadie. Pero para estar agradecido, primero, hay que ser capaz de descubrir nuestra pequeñez. “Gracias” es una de las primeras palabras que enseñamos a los niños. «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Lc 10,21).

Benedicto XVI, al hablar de la actitud de adoración, afirma que ella presupone un «reconocimiento de la presencia de Dios, Creador y Señor del universo. Es un reconocimiento lleno de gratitud, que brota desde lo más hondo del corazón y abarca todo el ser, porque el hombre sólo puede realizarse plenamente a sí mismo adorando y amando a Dios por encima de todas las cosas».

Un alma sensible experimenta la necesidad de manifestar su reconocimiento. Es lo único que los hombres podemos hacer para responder a los favores divinos. «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7). Desde luego, nos hace falta «dar gracias a Dios Padre, a través de su Hijo, en el Espíritu Santo; con la gran misericordia con la que nos ha amado, ha sentido lástima por nosotros, y cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos ha hecho revivir con Cristo para que seamos en Él una nueva creación» (San León Magno).

Fuente: Abbé Jean GOTTIGNY, (Bruxelles, Bélgica)

domingo, 30 de noviembre de 2025

Reseña comida noviembre 2025


Ayer domingo, día 30 de noviembre, celebramos en los patios de la parroquia la primera comida familiar del curso 2025/26, un encuentro marcado por la alegría compartida y el espíritu de comunidad. La celebración coincidió con la entrada del Adviento, tiempo de esperanza y preparación, lo que aportó un sentido aún más profundo a esta jornada festiva.

El ambiente estuvo especialmente animado, pues la comida sirvió también como colofón a la peregrinación realizada el día anterior a la Catedral, donde numerosos participantes vivieron intensamente el Jubileo de la Esperanza 2025. Durante el encuentro, se hizo entrega de los diplomas acreditativos a quienes habían completado este camino jubilar, un gesto emotivo que fue recibido entre aplausos y gratitud.

En lo gastronómico, la convivencia fue un auténtico éxito. Se pudieron degustar chacinas variadas, empanadas, tortillas y una magnífica paella que reunió a todos alrededor de la mesa. Como broche final, no faltó un surtido de dulces que puso el punto más goloso a la tarde.

Fue, en definitiva, una jornada entrañable que reforzó la unión de la comunidad parroquial y dejó un agradable sabor de boca para iniciar con ilusión este nuevo curso.





Comentario lectura evangelio 01/12/25

Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo

Este episodio del texto evangélico es confirmación de que hay razones para la esperanza. La predicación de Jesús no estaba llena de éxitos, y menos aún en Cafarnaúm, donde vivía con sus discípulos; (¡ay de ti Cafarnaúm…, diría Jesús decepcionado por la no acogida a su palabra y persona). Y es alguien ajeno al pueblo judío, miembro del poder que domina a Israel, quien confía en Jesús. En su simple palabra. El mismo Jesús quedó sorprendido, dice el texto: sorpresa admirativa. Es un momento en que Jesús rompe con la creencia, generalizada entre los judíos, de que ellos son los únicos que merecen los beneficios de Dios, con desprecio hacia los otros pueblos. Es una inversión de la acogida de Dios, de la acogida que tendrá el mismo Jesús, su evangelio y su salvación. El compromiso de Dios en Jesús con los seres humanos es universal, nadie queda excluido. Y no pocas veces, y de ello podemos tener experiencia, de los que menos se espera, nos llegan a nosotros ejemplos de vida evangélica, de confianza en Dios.

No olvidemos que la esperanza está abierta todos, nadie queda fuera de las promesas y ayuda de Dios. Seamos ejemplo de esperanza. Personas alegres porque estamos invitados a la casa del Señor. Él ha venido primero a la nuestra.

Fuente: Fray Juan José de León Lastra O.P., Convento de Santo Domingo (Oviedo)

Reseña peregrinación jubileo 2025


En la mañana de ayer, sábado 29 de noviembre, nuestra comunidad parroquial vivió una jornada especialmente significativa con la peregrinación a la Catedral, con el propósito de ganar el Jubileo de la Esperanza. Desde las primeras horas del día, los fieles se congregaron con un espíritu de recogimiento y alegría, dispuestos a participar plenamente en este momento de gracia.

La jornada inició con una breve pero profunda explicación ofrecida por nuestro párroco, quien nos recordó el sentido espiritual del jubileo y la importancia de caminar juntos como comunidad. Después de unas palabras de reflexión, elevamos una oración de inicio y procedimos a la renovación de las promesas bautismales, gesto que nos invitó a recordar nuestra identidad como hijos de Dios y nuestro compromiso de vivir la fe con esperanza renovada.


Posteriormente, de la mano de unos guías, realizamos un enriquecedor recorrido catequético por la Catedral. A través de signos, historias y espacios sagrados, pudimos profundizar en la riqueza espiritual y cultural de este templo que es corazón de nuestra diócesis.

 

Para culminar la peregrinación, celebramos una emotiva misa en la capilla de la Virgen de la Antigua, confiando a su intercesión nuestras intenciones y renovando nuestra esperanza en el Señor.





sábado, 29 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 30/11/25

Hoy, «como en los días de Noé», la gente come, bebe, toma marido o mujer con el agravante de que el hombre toma hombre, y la mujer, mujer (cf. Mt 24,37-38). Pero hay también, como entonces el patriarca Noé, santos en la misma oficina y en el mismo escritorio que los otros. Uno de ellos será tomado y el otro dejado porque vendrá el Justo Juez.

Se impone vigilar porque «sólo quien está despierto no será tomado por sorpresa» (Benedicto XVI). Debemos estar preparados con el amor encendido en el corazón, como la antorcha de las vírgenes prudentes. Se trata precisamente de eso: llegará el momento en que se oirá: «¡Ya está aquí el esposo!» (Mt 25,6), ¡Jesucristo!

Su llegada es siempre motivo de gozo para quien lleva la antorcha prendida en el corazón. Su venida es algo así como la del padre de familia que vive en un país lejano y escribe a los suyos: —Cuando menos lo esperen, les caigo. Desde aquel día todo es alegría en el hogar: ¡Papá viene! Nuestro modelo, los Santos, vivieron así, “en la espera del Señor”.

El Adviento es para aprender a esperar con paz y con amor, al Señor que viene. Nada de la desesperación o impaciencia que caracteriza al hombre de este tiempo. San Agustín da una buena receta para esperar: «Como sea tu vida, así será tu muerte». Si esperamos con amor, Dios colmará nuestro corazón y nuestra esperanza.

Vigilen porque no saben qué día vendrá el Señor (cf. Mt 24,42). Casa limpia, corazón puro, pensamientos y afectos al estilo de Jesús. Benedicto XVI explica: «Vigilar significa seguir al Señor, elegir lo que Cristo eligió, amar lo que Él amó, conformar la propia vida a la suya». Entonces vendrá el Hijo del hombre… y el Padre nos acogerá entre sus brazos por parecernos a su Hijo.

Fuente: Mons. José Ignacio ALEMANY Grau, Obispo Emérito de Chachapoyas, (Chachapoyas, Perú)

viernes, 28 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 29/11/25

Poned atención

Las palabras del evangelio de Lucas me hacen recordar un cuadro que vi recientemente: por medio de animales se nos presenta la misión del cristiano hoy día: en el centro está un mastín blanco, precioso. Enfrente de él un rebaño reposa tranquilo paciendo en un prado verde. A la izquierda de la imagen, un lobo feroz, rabioso, con las fauces dispuestas a devorar el rebaño ante cualquier despiste del mastín. A la derecha del mismo, una liebre corretea juguetona como sin darse cuenta de la tensión del momento.

Así es la vida del cristiano, porque el mastín mira de reojo al león, está vigilante para no dejar que se abalance sobre el rebaño; representa las tentaciones del enemigo, los males que nos acechan, las persecuciones, el pecado. Pero, a la vez, también mira de reojo a la liebre, las inquietudes de la vida que con su superficialidad quieren distraernos de lo esencial de la vida cristiana, contagiando nuestra vida de banalidad, superficialidad, mundanidad espiritual. El mastín no se deja manipular ni por unos ni por otros, es fiel a su misión de defender al rebaño y de mantenerse ecuánime en la fe y en la presencia del Señor. Vigilancia y oración, son las dos actitudes a las que nos invita el Evangelio de hoy, y que pedimos al Señor con todo nuestro corazón.

Todo esto nos ayudará a comenzar el año litúrgico con un corazón renovado y entusiasmado por este nuevo Adviento que el Señor nos regala.

¿Cómo puedo avivar la esperanza en medio de las dificultades que me acechan?

¿Qué necesito potenciar en mi vida de fe para confiar más en el Señor y no tener miedo de entregarle mi vida?

¿Cuáles son los afanes de la vida que me distraen de la presencia de Dios? ¿Cómo puedo ahondar más en la oración y la fidelidad al Señor?

Fuente: Sor Inmaculada López Miró, OP, Monasterio Santa Ana, Murcia