miércoles, 19 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 20/11/25

¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz!

Haya paz en tu fortaleza.” (Sal 121,7) ¡Oh Jerusalén, “oh ciudad que eres edificada como ciudad, que participas en la unidad!” (121,3), en tu fortaleza haya paz, haya paz en tu amor, porque tu fortaleza o virtud es el amor. Oye lo que dice el Cantar de los Cantares: “El amor es más fuerte que la muerte” (8,6). Sentencia sublime, hermanos, es: El amor es más fuerte que la muerte. (…) ¿Quién se enfrenta a la muerte, hermanos? Se hace frente al fuego, a las olas, a la espada; se resiste a los príncipes, a los reyes. Pero se acerca sola la muerte, ¿y quién se opone a ella? Nada hay más fuerte que ella. Por eso la caridad se compara a su fortaleza; y además se dijo que el amor es más fuerte que la muerte. Pues como el amor mata lo que fuimos, para que seamos lo que no éramos efectúa en nosotros cierta muerte. Con esta muerte murió el que decía: “El mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo” (Ga 6,14). Con esta muerte estaban muertos aquellos a quienes decía: “Muertos estáis, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. (Col 3,3)

El amor es más fuerte que la muerte. (...) Haya paz en tu fortaleza, ¡oh Jerusalén!, haya paz en tu amor. Y por esta fortaleza, por este amor, por esta paz, “haya abundancia en tus torres”, (Sal 121,7) es decir, en tus alturas. (…)Sin embargo, el colmo de las delicias y la plenitud de las riquezas es el mismo Dios, Él que es uno. Aquel de quien participa la ciudad en la permanencia; ´Él será también nuestra abundancia en la ciudad de Jerusalén.

Fuente: San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia

martes, 18 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 19/11/25

Hacedlos fructificar”(cf Lc 19,13): trabajo humano y Reino de Dios.

Cuando Dios creó la humanidad, el hombre y la mujer, dijo: “Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” (cf Gn 1,28). Este es, de alguna manera, el primer mandamiento de Dios, relacionado con el orden de la creación. El trabajo humano corresponde a la voluntad de Dios. Cuando decimos: “Hágase tu voluntad...” nos referimos también al trabajo que llena todas las jornadas de nuestra vida. Nos damos cuenta que cumplimos esta voluntad del creador cuando nuestro trabajo y las relaciones humanas que genera están impregnados de los valores de la iniciativa, del coraje, de la confianza, de la solidaridad que son otros tanto reflejos de la imagen de Dios en nosotros...

El creador ha dotado al hombre del poder de dominar la tierra. Le confía el dominio de la naturaleza por el propio trabajo, por sus capacidades para llegar a un desarrollo feliz de su propia personalidad y de la comunidad entera. Por su trabajo, el hombre obedece a Dios y responde a su confianza. Esto no está ajeno a la petición del Padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino.” El hombre actúa para que el plan de Dios se realice, consciente de ser imagen y semejanza de Dios y de haber recibido de él su fuerza, su inteligencia, sus aptitudes para realizar una comunidad de vida por el amor desinteresado hacia sus hermanos. Todo lo bueno y positivo en la vida del hombre se desarrolla y llega a su meta auténtica en el Reino de Dios. Habéis escogido bien el lema: “Reino de Dios, vida del hombre,” porque la causa de Dios y la causa del hombre están ligadas la una a la otra. El mundo progresa hacia el Reino de Dios gracias a los dones de Dios que permiten el dinamismo del hombre. Dicho de otro modo: orar para que venga el Reino de Dios significa orientar todo el ser hacia aquella realidad que es el fin último del trabajo del hombre.

Fuente: San Juan Pablo II (1920-2005), papa

lunes, 17 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 18/11/25

¡Llegó la salvación!

Si suelta las aguas, inundan la tierra” (Jb 12,15) ¿Qué representa la tierra sino al pecador, sobre el que fue portado este juicio “¿Porque eres polvo y al polvo volverás” (Gn3,19)? He aquí por qué la tierra permanece inmóvil cuando el pecador no quiere obedecer a los mandamientos del Señor, cuando levanta su nuca orgullosa y cierra los ojos de su alma a la luz de la Verdad.

Mas está escrito “Se ha detenido y hace vacilar la tierra” (Hab 3,6), porque si la verdad se fija en un corazón, el inmovilismo del alma es sacudido. Para eso la gracia del Espíritu Santo, por un don de lo Alto, se difunde en ella con la palabra del predicador. He aquí la tierra revuelta, porque el alma endurecida por el pecado pierde la terquedad de su inmovilismo y el alma que antes se paraba con la nuca rígida ante el Señor, ahora es transformada. Llorando se somete a los mandamientos del Señor. Si vemos la tierra de un corazón inmerso en las aguas de  la gracia, soporta sin desagrado los ultrajes que ella misma infligía anteriormente. Ahora distribuye sus bienes y la que antes se dejaba llevar por los hechizos mortales de las vilezas, mortifica su carne por la abstinencia y estima las que la aman.

Así, cuando en el alma de un hombre ha sido infundido el don divino, ella empieza a actuar de forma contraria a lo habitual. La tierra es retornada: la protuberancia que ayer sobresalía se envía hacia abajo y la faz que estaba enterrada en la profundidad, se lleva hacia lo alto.

Fuente: San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia

domingo, 16 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 17/11/25

¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!

En este episodio de la curación del ciego en las cercanías de Jericó, los que acompañan a Jesús, primero informan al ciego de quién es el que pasa, Jesús Nazareno; luego como el ciego no deja de gritar pidiendo compasión, le regañan, si bien inútilmente, como dice el texto; cuando Jesús le atiende y le cura…”todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios”.

Es decir: informan adecuadamente de quien es quien pasa junta él; luego quieren a Jesús solo para sí, y regañan al ciego por su impertinencia; cuando ven que Jesús se interesa por él, que atiende a su petición y realiza el milagro se alegran y alaban a Dios.

¿Nos vemos reflejados en el ciego?, ¿en el pueblo que cambia de actitud? ¿en Jesús y su compasión? Y no olvidemos, que Jesús no quiere protagonismo, él no ha curado, ha sido la fe del ciego, que se impone sobre los impedimentos de los seguidores: “recobra la vista, tu fe te ha curado”.

Quizás además de las preguntas antes formuladas hemos de plantearnos cómo es nuestra fe, si tiene tanta fuerza que supera tanto impedimento, que en otros y en nosotros mismos encontramos, para que sea fuerte, para que realice milagros, como, por ejemplo, curar nuestras cegueras.

Fuente: Fray Juan José de León Lastra O.P., Convento de Santo Domingo (Oviedo)

sábado, 15 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 16/11/25

¡ Veneren sólo al Dios vivo!

¡Alégrense sin cesar en el Señor!” (Flp 4,4). ¿Por qué no están llenos de alegría y caminan en la alegría? Ustedes fueron jugados dignos de ser atraídos a este estado evangélico por un llamado que discierne y predestina (cf. Rom 8,29-30), llamado de Dios que gobierna todo por su sabiduría.

Ahora, que por la elevación de su género de vida he aquí que están sobre una altura, vuelvan su mirada hacia la vida miserable y rampante de los hombres. Ella está como sacudida por el mar, proyectada acá y allá por el movimiento incierto de asuntos. En verdad, nada dura, nada permanece  en el mismo estado, lo ven bien. Mismo los reyes pasan, los príncipes caen, los poderosos dueños de la tierra mueren como simples mortales (cf. Sal 81,7), los que están casados se separan abandonando a su pareja o siendo abandonados. La belleza se marchita pronto, la juventud es efímera, el placer fugaz, la riqueza se disipa como el sueño de una sombra. Sólo se encuentran lamentaciones y duelo en las adversidades de los mortales. (…) Pero ustedes mis hermanos, ¿cómo y dónde fueron llamados, cómo subieron a la montaña del Señor (cf. Sal 23,3)? ¿Cómo contemplan las maravillas de la vida celestial? (…)

Quiera Dios, que los hizo ascender a esas alturas, hacerlos fuertes y afirmarlos para que realicen siempre lo que le agrada, en la santidad y la justicia (cf. Lc 1,75) (…). ¡Hijos míos, veneren sólo  al Dios vivo! (cf. 12,5 ; Apo 14,7)

Fuente: San Teodoro el Estudita (759-826), monje en Constantinopla

viernes, 14 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 15/11/25

¡Señor y Maestro, escucha nuestra oración!

En la oración y la suplicación, pediremos al que ordena todo, por su bien-amado Hijo Jesucristo, que en el mundo entero conserve intacto el número de sus elegidos. Nos ha llamado, en Jesucristo, de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al conocimiento de su gloria. Para que esperemos, Señor, en tu Nombre, fundamento de toda la creación. (…)

Con tus obras has manifestado el orden eterno del mundo, Señor, Creador del universo. Tú permaneces el mismo durante todas las generaciones. Justo en tus juicios, admirable en tu fuerza y magnificencia, pleno de sabiduría cuando creas, prudente para afirmar todos los seres en la existencia. Manifiestas tu bondad hacia todas las cosas visibles, tu fidelidad a todos los que confían en ti, tu, el misericordioso y compasivo.

Remites nuestras transgresiones, errores, caídas, debilidades. No tengas en cuenta los pecados de tus servidoras y servidores y purifícanos con el baño de tu verdad. Dirige nuestros pasos para que marchemos en la santidad del corazón, que hagamos lo que es bueno y agradable a tus ojos y a los ojos de nuestros gobernantes.

Sí, Maestro, haz brillar tu rostro sobre nosotros, para acordarnos todo bien, en la paz. Para protegernos con tu mano poderosa, arrancarnos del mal con la fuerza de tu brazo y sustraernos al odio injusto de nuestros enemigos. Señor, danos a todos los habitantes de la tierra la concordia y la paz, cómo lo has hecho antiguamente con nuestros padres que te invocaban  con piedad, en total confianza y rectitud de corazón.

Fuente: San Clemente de Roma, papa del año 90 a 100 aproximadamente

jueves, 13 de noviembre de 2025

Comentario lectura evangelio 14/11/25

Hoy, en el texto del Evangelio son remarcados el final de los tiempos y la incerteza de la vida, no tanto para atemorizarnos, cuanto para tenernos bien precavidos y atentos, preparados para el encuentro con nuestro Creador. La dimensión sacrificial presente en el Evangelio se manifiesta en su Señor y Salvador Jesucristo liderándonos con su ejemplo, en vista a estar siempre preparados para buscar y cumplir la Voluntad de Dios. La vigilancia constante y la preparación son el sello del discípulo vibrante. No podemos asemejarnos a la gente que «comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían» (Lc 17,28). Nosotros, discípulos, debemos estar preparados y vigilantes, no fuera que termináramos por ser arrastrados hacia un letargo espiritual esclavo de la obsesión —transmitida de una generación a la siguiente— por el progreso en la vida presente, pensando que —después de todo— Jesús no regresará.

El secularismo ha echado raíces profundas en nuestra sociedad. La embestida de la innovación y la rápida disponibilidad de cosas y servicios personales nos hace sentir autosuficientes y nos despoja de la presencia de Dios en nuestras vidas. Sólo cuando una tragedia nos golpea despertamos de nuestro sueño para ver a Dios en medio de nuestro “valle de lágrimas”... Incluso debiéramos estar agradecidos por esos momentos trágicos, porque seguramente sirven para robustecer nuestra fe.

En tiempos recientes, los ataques contra los cristianos en diversas partes del mundo, incluyendo mi propio país —la India— han sacudido nuestra fe. Pero el Papa Francisco ha dicho: «Sin embargo, los cristianos están esperanzados porque, en última instancia, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: ‘Quien pierda su vida, la conservará’ (Lc 17,33)». Ésta es una verdad en la que podemos confiar… El poderoso testimonio de nuestros hermanos y hermanas que dan su vida por la fe y por Cristo no será en vano.

Así, nosotros luchamos por avanzar en el viaje de nuestras vida en la sincera esperanza de encontrar a nuestro Dios «el Día en que el Hijo del hombre se manifieste» (Lc 17,30).

Fuente: Fr. Austin NORRIS, (Mumbai, India)