sábado, 20 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 21/12/25

Hoy, la liturgia de Adviento nos presenta a José, que recibirá de Dios una misión: el Verbo de Dios, que nacerá de la Virgen, quedará también bajo sus cuidados paternos. El profeta Isaías había anunciado unos 700 años antes: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo» (Is 7,14). Perplejo y movido por la incomprensión ante tan gran misterio, José, temeroso de Dios y hombre “justo y bueno”, había decidido en secreto dejar a María con sus padres. Y encuentra en las palabras del mensajero las razones para desistir de su decisión y aceptar el misterio y los planes de Dios: «¡No tengas miedo de recibir a María, tu esposa!» (Mt 1,20). El Espíritu Santo, que en María engendró al Verbo encarnado, da sentido y confirma lo que el ángel dijo a José, que recibe la gran misión de dar nombre y cuidar del Niño-Dios engendrado en el seno virginal de una joven de Nazaret (cf. Mt 1,20-21).

San Bernardino de Siena dice que «cuando la Providencia divina elige a alguien para una gracia particular o un estado superior, también da a la persona así escogida todos los carismas necesarios para el ejercicio de su misión». Y así José, libre de miedos y temores, se hizo colaborador en la obra de la encarnación, capacitado para asumir esta honrosa y desafiante misión.

Hoy vivimos en medio de miedos e inseguridades, en situaciones que a veces nos desaniman y nos llevan a abandonar el barco, buscando en la huida soluciones para las realidades difíciles. Pero en medio de la oración silenciosa y contemplativa, el Señor también nos dice: «¡No tengáis miedo!» (cf. Mt 14,27), y nos anima a aceptar, confiados y decididos, sus designios.

En nuestros días, el Papa León XIV nos alienta: «Dios nos ama a todos y el mal no prevalecerá. Estamos todos en las manos de Dios y, sin miedo, todos unidos a la mano de Dios y unos a los otros, sigamos adelante».

Fuente: Rev. D. Edson RODRIGUES, (Pesqueira, Pernambuco, Brasil)

viernes, 19 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 20/12/25

«Te saludo, llena de gracia»

¿Cómo hablar? ¿Qué elogio podré yo hacer de la Virgen gloriosa y santa? Ella está por encima de todos los seres, exceptuando a Dios; es, por naturaleza, más bella que los querubines y todo el ejército de los ángeles. Ni la lengua del cielo, ni la de la tierra, ni incluso la de los ángeles sería suficiente para alabarla. ¡Bienaventurada Virgen, paloma pura, esposa celestial..., templo y trono de la divinidad! Tuyo es Cristo, sol resplandeciente en el cielo y sobre la tierra. Tú eres la nube luminosa que hizo bajar a Cristo, él, el rayo resplandeciente que ilumina al mundo.

Alégrate, llena de gracia, puerta de los cielos; es de ti que habla el Cantar de los Cantares... cuando exclama: «Tú eres huerto cerrado, hermana mía, esposa mía, huerto cerrado, fuente sellada (4,12)... Santa Madre de Dios, cordera inmaculada, de ti ha nacido el Cordero, Cristo, el Verbo encarnado en ti... ¡Qué sorprendente maravilla en los cielos: una mujer, revestida de sol (Ap 12,1), llevando la luz en sus brazos!... Qué asombrosa maravilla en los cielos: el Señor de los ángeles hecho hijo de la Virgen. Los ángeles acusaban a Eva; ahora llenan de gloria a María porque ella ha levantado a Eva de su caída y hace entrar en los cielos a Adán echado fuera del Paraíso...

Es inmensa la gracia concedida a esta Virgen santa. Por eso Gabriel, le dirige primeramente este saludo: «Alégrate, llena de gracia», resplandeciente como el cielo. «Alégrate, llena de gracia», Virgen adornada con toda clase de virtudes... «Alégrate, llena de gracia», tú sacias a los sedientos con la dulzura de la fuente eterna. Alégrate, santa Madre inmaculada; tú has engendrado a Cristo que te precede. Alégrate, púrpura real; tú has revestido al rey de cielo y tierra. Alégrate, libro sellado; tú has dado al mundo poder leer al Verbo, el Hijo del Padre.

Fuente: San Epifanio de Salamina (¿-403), obispo

jueves, 18 de diciembre de 2025

Fiesta y Pregón de la Navidad 2025


El pasado miércoles 17 de diciembre tuvo lugar en la casa hermandad la tradicional Fiesta de la Navidad de la parroquia, una cita muy esperada que, un año más, reunió a numerosos miembros de la comunidad parroquial para compartir un entrañable momento de convivencia en el marco de las fiestas navideñas.

La tarde comenzó con una agradable merienda en la que no faltaron los dulces típicos de estas fechas, el reconfortante chocolate caliente y alguna copita de anís, elementos que contribuyeron a crear un ambiente cálido y familiar. Tras este primer momento de encuentro, nuestro párroco, Don Mario, dirigió unas palabras de bienvenida a todos los asistentes, agradeciendo la participación y animando a vivir la Navidad desde la alegría, la fe y la fraternidad.

A continuación, el hermano mayor de la hermandad presentó al pregonero de la fiesta, Don Miguel Cruz Giráldez, encargado de pronunciar el pregón que marcó oficialmente el inicio de la celebración. Su intervención, cargada de emoción, espiritualidad y profundo sentimiento navideño, invitó a los presentes a reflexionar sobre el verdadero significado de estas fechas, dando paso a una velada llena de tradición y convivencia.

Tras el pregón, comenzaron las actuaciones de los distintos grupos parroquiales, que interpretaron villancicos populares y cantos tradicionales. Los asistentes no dudaron en sumarse a los cánticos, creando un ambiente alegre, participativo y muy distendido, en el que se respiraba auténtico espíritu navideño.

La celebración concluyó con un emotivo rezo, que puso el broche final a una tarde inolvidable. Una velada marcada por la alegría, la unidad y la fraternidad, en la que la comunidad parroquial volvió a demostrar la fortaleza de los lazos que nos unen y la importancia de compartir juntos la Navidad.






Comentario lectura evangelio 19/12/25

He aquí que deberás guardar silencio

Por Navidad celebramos un triple nacimiento…El primero y más sublime es el nacimiento del Hijo único engendrado por el Padre celestial en la esencia divina, en la distinción de las personas. El segundo nacimiento es el que tiene lugar a través de una madre, la cual, en su fecundidad ha conservado la pureza absoluta de su castidad virginal. El tercero es aquel a través del cual Dios, todos los días y a todas horas, nace en verdad, espiritualmente, por la gracia y el amor, en un alma buena…

Por este tercer nacimiento es por el que no debe quedar en nosotros más que una búsqueda simple y pura de Dios, sin ningún otro deseo que el de no tener nada propio…, con la única voluntad de ser de él, de darle cabida en nosotros de la manera más elevada, la más íntima con él, para que él pueda llevar a cabo su obra y nacer en nosotros sin que interpongamos ningún obstáculo… Por eso san Agustín nos dice: “Vacíate para que puedas ser llenado; sal para poder entrar”, y en otra parte: “Oh tú, alma noble, noble criatura, ¿por qué buscas fuera de ti al que está en ti, todo entero, de la manera más real y manifiesta? Y puesto que tú participas de la naturaleza divina, ¿qué te importan las cosas creadas y qué tienes que hacer con ellas?”. Si el hombre preparara así el lugar en el fondo de sí mismo, Dios, sin duda alguna, estaría obligado a llenarlo y completamente; si no fuera así, el cielo se rompería para llenar el vacío. Dios no puede dejar las cosas vacías; eso sería contrario a su naturaleza, a su justicia.

Por eso debes callarte; entonces, la Palabra de este nacimiento, podrá ser pronunciada en ti y tú podrás escucharla. Pero, debes estar seguro que, si quieres hablar, él debe callarse. No se puede servir mejor al Verbo que escuchándole y callándose. Si tú, pues, sales completamente de ti mismo, Dios entrará todo entero; tanto en cuanto tú sales, él entra, ni más ni menos.

Fuente: Juan Taulero (c. 1300-1361), dominico en Estrasburgo

miércoles, 17 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 18/12/25

Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado

Al comienzo de su peregrinación en fe, la fe de María se encuentra con la fe de José. Si Isabel había dicho de la Madre del Redentor: “Dichosa tú que has creído” (Lc 1,45), en un cierto sentido se puede también atribuir esta bienaventuranza a José, porque él respondió afirmativamente a la Palabra del Señor cuando le fue anunciada en este momento decisivo. José, es cierto, no respondió al anuncio del ángel como María, pero él “hizo lo que el ángel le había dicho: llevársela como esposa”. Lo cual es pura “obediencia a la fe” (Rm 1,5).

Se puede decir que lo que hizo José le unió, de manera muy especial, a la fe de María; aceptó como una verdad venida de Dios lo que ella había aceptado ya en el momento de la Anunciación. El concilio Vaticano II dice: “Cuando Dios se revela el hombre tiene que someterse con la fe. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece  el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela (Dei Verbum, 5). Esta frase, que toca a la esencia misma de la fe, se aplica perfectamente a José de Nazaret.

Así él llega a ser, de manera singular, el depositario del misterio “escondido desde los siglos en Dios” (Ef 3,9), de la misma manera que María lo es en este momento decisivo llamado por el apóstol Pablo “la plenitud de los tiempos”, cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer… para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.” (Gal 4,4-5)… José es, con María, el primer depositario de este misterio divino… Teniendo ante los ojos el texto de los dos evangelistas Mateo y Lucas, se puede igualmente decir que José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios y que así sostiene a su esposa en la fe de la Anunciación divina; Dios lo puso el primero en el camino de la peregrinación en la fe de María… El camino personal de José, su peregrinación en la fe, se concluirá primero…; pero, el camino de la fe de José sigue la  misma dirección.

Fuente: San Juan Pablo II (1920-2005), papa

martes, 16 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 17/12/25

Genealogía de Jesucristo

No hay más que un solo Dios que por su Palabra, la Sabiduría, ha creado todas las cosas... Por su grandeza es desconocido por todos los seres que él ha creado, ya que nunca nadie ha podido escrutar su origen. No obstante, gracias a su amor es conocido en todos los tiempos a causa de aquel por quien fueron hechas todas las cosas (cf Rm 1,20), su Palabra, Nuestro Señor Jesucristo que al final de los tiempos se ha hecho hombre entre los hombres para unir el principio y el final, el hombre con Dios.

Por esto, los profetas, después de haber recibido de esta misma Palabra el carisma profético, han anunciado su  venida según la carne por la que se realiza la comunión entre Dios y el hombre según el beneplácito del Padre. Desde el principio, en efecto, el Verbo ha anunciado que Dios sería visto por los hombres que viviría y conversaría con ellos en la tierra. (Ba 3,38) y que se haría presente en la obra que él había modelado, para salvarla... Los profetas anunciaron, pues, por adelantado que Dios sería visto de los hombre, conforme a  lo que dice  también el Señor: “Dichosos los puros de corazón porque verán a Dios.“ (Mt 5,8) Ciertamente, según su grandeza y según su inenarrable gloria “ningún hombre  puede ver a Dios sin morir.” (Ex 33,20) porque el Padre es inalcanzable. Pero según su amor, su bondad hacia los hombres y según su poder, concede a los que le aman el privilegio de ver a Dios porque “lo que es imposible a los hombres es posible a Dios.” (Lc 18,27)

Fuente: San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208), obispo, teólogo y mártir

lunes, 15 de diciembre de 2025

Comentario lectura evangelio 16/12/25

La voluntad de Dios es vida

El primer grado de la contemplación es pensar constantemente qué es lo que quiere el Señor, qué es su placer, lo que le agrada. Todos lo ofendemos en algo y nuestro orgullo choca contra la rectitud de la voluntad del Señor, cuando no podemos aceptarla ni ponernos de acuerdo con ella. Humillémonos bajo la poderosa mano de Dios altísimo y esforcémonos en poner nuestra miseria a la mirada de su misericordia, con estas palabras: “Sáname, Señor, y quedaré sano, sálvame y estaré a salvo” (Jr 17,14). Y también esas palabras: “Ten piedad de mí, Señor, sáname, porque pequé contra ti” (Sal 41,5).

Una vez que se ha purificado la mirada de nuestro corazón con esos pensamientos, ya no nos ocupamos con amargura en nuestro propio espíritu, sino de las delicias del Espíritu de Dios. Ya no vamos considerando cuál es la voluntad de Dios respecto a nosotros, sino cuál es su voluntad en sí misma. Ya que la vida es la voluntad del Señor, indudablemente lo más ventajoso y útil será acordarnos con su voluntad. Por eso, si nos proponemos de verdad conservar la vida, pongamos verdadero empeño en no apartarnos del camino de la voluntad divina.

Fuente: San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia