Jesús está en una casa y quiere pasar inadvertido, sin embargo, la realidad de sufrimiento y dolor le hace traspasar este límite.
Es una mujer extranjera con una hija enferma, poseída por un espíritu impuro. Madre e hija unidas por el amor. Lo que impulsa a la mujer a intentarlo todo es el amor, va a insistir a tiempo y a destiempo para favorecer la vida. Destaco algunos verbos que describen la persona de esta mujer:
- Oyó hablar: Conocía a Jesús de oídas, escuchaba que era fuente de vida.
- Vino: Se pone en camino, traspasa toda frontera, es extranjera, no tienen un origen común con Jesús.
- Se postró a sus pies: Es un gesto de ponerse en las manos del otro. Confía, espera todo del Otro.
- Le suplica: es mediadora para la vida de otros, le motiva el amor a su hija.
Ante esta mujer Jesús reacciona de una forma desconcertante, su mensaje es para los hijos de Israel, para los judíos. E incluso pronuncia un término despectivo “perro”, que usaban los judíos para referirse a los gentiles. No obstante, la mujer comenta, esos perritos comen las migajas que tiran. Esta mujer “transforma” a Jesús, cambia y amplía su mirada. Jesús se deja convertir y acoge la perspectiva nueva de la mujer cananea.
Realmente cuando amamos a alguien, cuando la situación del otro nos toca en lo profundo, nos colocamos en una dinámica de generar vida, es un movimiento capaz de transformar y de dejarnos transformar.
(Fuente nocetnam: Congregación Romana de Santo Domingo)
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