Jesús anda con publicanos y pecadores y come con ellos. Era la crítica de los recelosos fariseos. Y ante sus recelos, Jesús les cuenta la parábola de la oveja perdida. Jesús es como el pastor que va en busca de la oveja perdida dejando las noventa y nueve en el redil. Al encontrarla, se alegra y pide a todos que se alegren con él.
Jesús, el Dios que Salva, da un giro especial a cada mirada, no son los sanos lo que necesitan curación, son los enfermos y a ellos se encamina siempre sus pasos, y se dirige su mirada.
Los fariseos (los de antes y los de ahora) parecen que no necesitan a Dios, son autosuficientes, desprecian y juzgan a Jesús por lo que hace, no se alegran con Jesús, ni por el arrepentimiento y cambio vital de los hermanos. De ahí, que Jesús hable con estas parábolas, para mostrarles cómo es Dios, y para mostrarles cuánto tienen el corazón endurecido.
Cuando nos situemos ante nuestros hermanos, hagámoslo con una mirada limpia, desde una oración confiada, y pidiendo a Jesús por su alegría, para que pueda compartirla desde la ilusión y la veracidad de un cambio vital que se desprende del arrepentimiento.
Fuente nocetnamt: Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)
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