Las palabras de Jesús dirigidas a los fariseos son claras, y las podemos aplicar a la vida de hoy. Si como cristianos no vivimos el mandamiento de la caridad, estamos fuera del evangelio, tal vez nos llamaremos cristianos, pero en el fondo, no lo seremos.
Ser cristiano significa poner primero el amor. Todo lo demás, piedad, devociones, ceremonias, ritos, procesiones, etc., son formas de oración que, si se hacen con corazón sincero, agradan a Dios, pero carecen de sentido si falta la caridad, porque el espíritu de caridad es la espina dorsal del mensaje evangélico. Rezar, ofrecer sacrificios, frecuentar los sacramentos, todo está muy bien y es necesario, pero si no hay amor fraterno, todo eso estará vacío porque falta lo medular, lo esencial: la caridad.
Quien habla mal de su prójimo, quien le pone zancadillas en el trabajo, quien se olvida de ayudar al necesitado, está lejos de vivir el cristianismo, porque Cristo vino a enseñarnos el camino del amor mutuo, del perdón, de la reconciliación, del aprecio y del respeto, el camino de entregar la vida por los demás.
(Fuente nocetnam: Regnum Christi)
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