domingo, 28 de abril de 2019

Comentario lectura evangelio 29/04/19

Esta cita evangélica de hoy se hace presente en la vida de Santa Catalina de Siena cuya fiesta celebramos.

Mujer sencilla, analfabeta, recibió la sabiduría de Dios, que le dio a conocer sus secretos, de tal modo que los vivió y transmitió en sus maravillosos escritos, por lo que la Iglesia, en 1970 la proclamó, junto a Santa Teresa de Jesús Doctora de la Iglesia Universal.

Mucho es lo que podemos destacar en la persona de esta gran santa. El diálogo, libro de su vida, nos deja ver como le desborda el amor de Dios y el deseo de comunicar lo que vive. Fue mística en todo el sentido de la palabra, mujer de su tiempo, destacó por su amor a la Iglesia y al Papa a quien llamaba el Dulce Cristo en la tierra; eran tiempos difíciles para la Iglesia y para su patria Italia. Por cuestiones políticas, representando a Florencia, viajó a Avignon para interceder por la paz entre las ciudades italianas y de estas con el Papa, a quien convenció de la necesidad de su regreso a Roma gestionando dicha vuelta. Luchó por la reforma de la Iglesia e intervino a favor de la paz entre Francia e Italia, intentando poner de acuerdo a los príncipes cristianos para que apoyasen al Papa en la cruzada contra los musulmanes que amenazaban a Europa.

Bien merece el título que ostenta de patrona de Italia y co-patrona de Europa.

Es gloria de la Orden Dominicana, modelo de mujer fuerte, ilumina con la luz de Cristo las tinieblas del error, todo ello con sentimientos de humildad y mansedumbre aprendidos en la escuela de Cristo, al pie de la Cruz.

En una palabra, hizo vida lo que las lecturas de la liturgia de hoy proclaman.

También hoy, como ayer, la Iglesia necesita la oración del pueblo de Dios y la vivencia cristiana para que la luz que irradia Cristo siga iluminando las tinieblas de nuestro tiempo. No olvidemos la Palabra evangélica: Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.

Que Santa Catalina interceda por todos nosotros, nos enseñe a escuchar la Palabra de Cristo, a vivirla como ella la vivió y a transmitirla a los demás.

(Fuente nocetnam: Hna. María Pilar  Garrúes El Cid)

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