sábado, 10 de noviembre de 2018

Comentario lectura evangelio 11/11/18

El valor de la limosna no se puede medir, desde el punto de vista religioso, por la cantidad de lo que se da, sino por la intención y circunstancias sociales y religiosas del que la da. 

Si uno da mucha limosna, pero lo hace por vanidad, o por intereses sociales propios, o por cualquier otro motivo personal y egoísta, su limosna puede aprovechar, evidentemente, al que la recibe, pero, desde el punto de vista religioso, no tiene valor especial para el que la da. 

El ejemplo que nos pone el mismo Jesús en este relato evangélico, según san Marcos, no puede ser más expresivo: los “escribas” que dan de lo que les sobra y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos, es valorado negativamente; en cambio, los dos reales de la viuda pobre, que da todo lo que tiene para vivir es valorado por Jesús como una gran virtud religiosa. 

Nosotros, por supuesto, no debemos deducir de estos ejemplos que la toda la limosna que dan los ricos carece de valor religioso, mientras que toda la limosna que dan los pobres es religiosamente muy valiosa. Tampoco en el tema de la limosna podemos decir que todos los ricos son malos y todos los pobres buenos. Como nos dirá más de una vez san Pablo, nuestras limosnas deben ir dirigidas siempre al bien de aquellos a los que se las damos, nunca a los intereses personales y egoístas que nosotros tengamos. 

Seamos generosos todos, que nuestra generosidad económica es un buen medidor de toda nuestra religiosidad personal. Además, que, como ya nos decían los clásicos “hay más ganancia en el dar que en el recibir”. No debemos, ni podemos pensar que debemos dar todo lo que tenemos, sino que con nuestras limosnas debemos tratar siempre de contribuir a que nuestra sociedad sea un poco más justa y menos desigual de lo que es. Tampoco entendamos la limosna sólo como un tema de dinero; se puede ayudar al prójimo necesitado y dar limosna de otras muchas maneras. 

Lo importante, repito, es ser generoso; después que cada uno de nosotros examinemos hasta dónde llega nuestra generosidad.

(Fuente Nocetnam: Gabriel González del Estal)

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