“Déjala… a ver si da fruto en adelante”
En el evangelio de hoy se pueden
distinguir dos partes: una pregunta y una parábola.
La pregunta dirigida a Jesús es
sobre la causa de la muerte repentina de los galileos y de los que murieron en
Siloé. En tiempos de Jesús se creía que las desgracias, como el sufrimiento, la
enfermedad o accidentes que llevan a la muerte eran consecuencias del pecado.
Cuando le preguntan la causa de
estas muertes, responde que no fue porque tuvieran una culpa mayor que la de
sus compatriotas, sino que esas muertes son una llamada a la conversión, pues
la vida de todos puede acabar en cualquier momento. La urgencia del
arrepentimiento (“si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”) no es una
amenaza, sino una advertencia: el tiempo de Dios es ahora, y la misericordia
exige una respuesta libre y decidida.
En la parábola de la higuera estéril
Jesús también urge a la conversión: Dios ha dado un tiempo de gracia
suplementario y también da medios (labranza, estiércol) para que dé fruto. En
su bondad y misericordia, y en atención a la intercesión del viñador, Cristo,
Dios alarga el tiempo de gracia para que se produzca la conversión. Pero el
hombre no debe abusar de la paciencia de Dios, debe aprovechar ese tiempo de
gracia para cambiar de conducta y dar el fruto que se espera de él. La
paciencia no anula la responsabilidad: si permanece la esterilidad, habrá
consecuencias
Siempre tenemos una oportunidad,
siempre Dios nos está abonando para que tengamos buenos frutos, pero también
depende de nuestra libertad que los demos.
No esperemos a “arreglárnoslas
mañana”: la llamada es hoy. Que nuestra vida no sea una higuera estéril, sino
un árbol que dé fruto abundante para gloria de Dios y servicio de los hermanos.
Fuente: Sor Cristina Tobaruela O. P.,
Monasterio de las Dueñas (Salamanca)
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