sábado, 30 de agosto de 2025

Comentario lectura evangelio 31/08/25

El Señor tomó el último lugar, nadie podrá estar más bajo

La Encarnación tiene su fuente en la bondad de Dios… Pero algo maravilloso aparece de entrada, resplandeciente, admirable, que brilla como un signo luminoso: la humildad infinita que contiene tal misterio… Dios, el Ser, el Infinito, el Perfecto, el Creador, el Todopoderoso, inmenso y soberano Señor de todo, haciéndose hombre, uniéndose a un alma y cuerpo humano, aparece sobre la tierra como un hombre y como el último de los hombres…

¿Qué es la estimación del mundo? ¿Convenía que Dios la buscara? Viendo el mundo desde las alturas de la divinidad, todo es igual a sus ojos: el grande, el pequeño, todo es igualmente una hormiga, un gusano de tierra… Desdeñando todas las falsas grandezas, que son en realidad extremas pequeñeces, Dios no quiso revestirse de ellas… Él venía sobre la tierra para rescatarnos y enseñarnos, para hacerse conocer y amar. Desde su entrada en el mundo y durante toda su vida quiso darnos la lección del desprecio de las grandezas humanas, del  desapego total de la estima de los hombres…

El Señor nació, vivió, murió, en la más profunda abyección y oprobios, tomando de tal forma el último lugar, que nadie podrá jamás estar más bajo que él… Ocupó con constancia y cuidado este último lugar para instruirnos, para enseñarnos que la estimación de los hombres no es nada, no vale nada. (…) y que no debemos hacer caso de la figura de este mundo… Nos enseñó que tenemos que  vivir por el Reino de los cielos que el Dios-hombre veía desde aquí por la visión beatífica. Debemos considerar sin cesar con los ojos de la fe, avanzando en este mundo como si no estuviéramos del mundo, sin preocupaciones por las cosas exteriores, ocupándonos únicamente de una cosa: contemplar y amar a nuestro Padre Celestial y hacer su voluntad…

Fuente: San Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara

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