El Señor nos llama a ascender hacia la caridad
Es una gloria servir a Dios, está
escrito “Sirvan al Señor en el temor” (Sal 2,11); “Feliz aquel servidor a quien
su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo” (Mt 24,46). Sin embargo,
dice a los discípulos “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya
no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los
llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Jn
15,14-15).
Lo ven entonces, la perfección
comporta distintos grados. Desde una altura el Señor nos llama a ascender hacia una altura más
elevada. El que se ha rendido bienaventurado y perfecto en el temor de Dios,
caminará de virtud en virtud y de perfección en perfección. En la ardiente
prontitud de su alma se elevará, del temor a la esperanza. Luego escuchará de
nuevo el llamado divino que invita a un estado más santo todavía: la caridad.
Si se muestra como “servidor fiel y
prudente” (Mt 24,45), pasará a la intimidad de la amistad y la adopción filial.
Es en este sentido que es
necesario tomar mis palabras. No quiere decir que la consideración de futuras
penas o de la bienaventurada retribución prometida a los santos no sea de
ningún valor. Es útil porque introduce a
los primeros grados de la bienaventuranza. Pero la caridad irradia de una
confianza más plena y de una alegría sin fin.
Fuente: San Juan Casiano (c.
360-435), fundador de la Abadía de Marsella
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