El evangelio nos muestra la
carrera feliz de los discípulos: «ambos corrieron juntos, pero el otro
discípulo iba delante, más rápido que Pedro y llegó primero a la tumba» (Jn
20,4). ¿Quién no quiere también encontrar a Cristo sentado a la derecha del
Padre y para llegar a encontrarlo al final de su búsqueda, quién no buscará
corriendo en espíritu, cuando recuerda con alegría la carrera de aquellos
apóstoles? Para animarnos en este deseo, que cada uno de nosotros repitamos con
ánimo cada verso del Cantar de los Cantares: «Entremos más adentro, corremos
tras el olor de tus perfumes» (Ct 3,4 LXX). Correr tras el olor de tus
perfumes, es caminar sin descanso, al paso del Espíritu, al lado de nuestro
Creador, reconfortados por el santo olor de las virtudes.
Tal fue la carrera, digna de elogio, de estas santas mujeres que, de acuerdo con los Evangelios, habían seguido el Señor por la Galilea y permanecieron fieles en el momento de su Pasión, mientras que los discípulos huyeron (Mt 27,55); ellas han corrido al olor de los perfumes, en espíritu e incluso según lo escrito, porque compraron algunos perfumes para la unción de los miembros del Señor, como lo atestigua Marcos (16,1).
Hermanos, a ejemplo del solícito cuidado de los discípulos, hombres y mujeres, en la tumba de su Señor… proclamemos a nuestra manera la alegría de la resurrección del Señor. Sería una pena que una lengua humana silenciara la alabanza debida a nuestro Creador, en este día en que su carne ha resucitado. Esta magnífica resurrección nos lleva a proclamar la grandeza del autor de tanta alegría y anunciar la victoria contra nuestro antiguo enemigo: a causa de su muerte, la muerte ha sido desplazada; Hoy, por Cristo, la vida es devuelta a los mortales. Hoy, las cadenas del demonio se rompen, la libertad del Señor se les da a los cristianos en este día.
Fuente: San Odilón de Cluny
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