Rompiendo las barreras
La liturgia de hoy, tanto la carta a los hebreos, como el salmo, son una preparación para escuchar el evangelio y ponerlo en práctica. Cuando olvidamos el mandato del Amor que acogimos en un principio, y por comodidad, miedo o individualismo nos mostramos insensibles al dolor y sufrimiento de los demás, viviendo solo para nosotros mismos, estamos fallando en nuestra vida de cristianos comprometidos. Estamos endureciendo nuestro corazón. Los demás nos necesitan y nosotros los necesitamos a ellos para mutuamente ayudarnos, animarnos y hacer de nuestra sociedad y de nuestro mundo una casa común más habitable.
El evangelio nos presenta un encuentro de Jesús con un leproso. Todos sabemos lo que suponía ser leproso en tiempo de Jesús. La persona leprosa era excluida del pueblo para que no contaminara a la comunidad. Perdía todos sus derechos y se le prohibía toda relación con los demás. Entrar en relación con un leproso suponía estar excluido también hasta no estar purificado.
Una vez más vemos a Jesús situándose ante las personas, no del lado de la ley y lo correcto, sino desde la visión de humanidad, de compasión; de acercamiento y acogida al excluido. Sin reparar en las consecuencias.
Entre nosotros, en nuestra sociedad hoy, hay múltiples “leprosos” que retiramos para que nos dejen “vivir en paz”:
-retiramos a las personas migrantes porque son ilegales y no tienen papeles, nos pueden quitar nuestro bienestar, nuestro trabajo…
-retiramos a personas ancianas, enfermas, porque no producen…
-retiramos en cárceles cerradas, aislados de la sociedad, a los que han cometido errores en su vida, sin importarnos si pueden tener una segunda oportunidad…
Nuestra postura, si queremos ser coherentes con el Evangelio que hemos escuchado, no puede ser la de ir creando cada vez más barreras que provoquen marginación y exclusión. Como Jesús, nuestra postura ha de ser la de ponernos al lado del excluido, implicándonos en su recuperación, en su derecho a tener una vida digna. Y todo esto, como le pasó a Jesús, a riesgo de ser nosotros los excluidos.
El Amor de Dios manifestado en Jesús permite que toda persona tenga derecho a salir de la marginación y vivir una vida plena. Es nuestro trabajo.
Fuente: Hna. Mari Cruz OP, Dominica de la Anunciata
No hay comentarios:
Publicar un comentario