Hoy, san Juan Bautista da
testimonio sobre el Bautismo de Jesús. El Papa Francisco recordaba que «el
Bautismo es el sacramento en el cual se funda nuestra fe misma, que nos injerta
como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia»; y agregaba: «No es una formalidad.
Es un acto que toca en profundidad nuestra existencia. Un niño bautizado o un
niño no bautizado no es lo mismo. No es lo mismo una persona bautizada o una
persona no bautizada. Nosotros, con el Bautismo, somos inmersos en esa fuente
inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de
toda la historia; y gracias a este amor podemos vivir una vida nueva, no ya en
poder del mal, del pecado y de la muerte, sino en la comunión con Dios y con
los hermanos»..
Hemos escuchado los dos efectos
principales del Bautismo enseñados en el Catecismo de la Iglesia Católica (n.
1262-1266):
1º «He ahí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Un efecto del Bautismo es la
purificación de los pecados, es decir, todos los pecados son perdonados, el
pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del
pecado.
2º «Baja el Espíritu», «bautiza
con Espíritu Santo» (Jn 1,34): el bautismo nos hace "una nueva
creación", hijos adoptivos de Dios y partícipes de la naturaleza divina,
miembros de Cristo, coherederos con Él y templos del Espíritu Santo.
La Santísima Trinidad —Padre,
Hijo y Espíritu Santo— nos da la gracia santificante, que nos hace capaces de
creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo; de vivir y obrar bajo la moción
del Espíritu Santo mediante sus dones; de crecer en el bien por medio de las
virtudes morales.
Pidamos, como nos exhorta el Papa
Francisco, «despertar la memoria de nuestro Bautismo», «vivir cada día nuestro
Bautismo, como realidad actual en nuestra existencia».
Fuente: Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE, (Cobourg, Ontario, Canadá)
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