El Vía Lucis (El Camino de la Luz)
Así como en el Tiempo de
preparación para la Pascua, la Cuaresma, hablamos del Vía Crucis bíblico,
promulgado por el Papa Juan Pablo II, en el Tiempo de Pascua, tiempo de
plenitud y de realización, hablamos y celebramos el Camino de la Luz: No ya
meditar y actualizar los misterios que ya pasaron, sino celebrar la realidad de
la Persona de Jesús tal como ahora está: resucitado corporalmente y repleto de
luz, gloria y esplendor, tal cual estaremos nosotros con nuestros propios
cuerpos transfigurados al final de los tiempos.
Para ello nada más hermoso y
gratificante que recrear las escenas bíblicas de Jesús Resucitado, no ya en
estaciones dolorosas, sino en estaciones luminosas, gloriosas, transfigurantes.
Así como el Vía Crucis se
celebra popular y devocionalmente los viernes, y tal vez los martes (días de
misterios dolorosos),
el Vía Lucis es propio del Domingo (del lat. Dominicus, día del Señor Domine), día
en que resucitó Jesús
al amanecer, y también el miércoles,
en que tradicionalmente se meditan los misterios gloriosos de salvación.
No obstante, según la devoción y
práctica personal, nada impide que uno y otro se celebren también
particularmente en distintos días y circunstancias, según lo establezca cada
uno por sí mismo, en compañía o en comunidad familiar o eclesial.
Así presentado, puede comenzarse
con la señal de la cruz y una oración de pedido de perdón a Dios Padre para
celebrar con mayor libertad de corazón y espíritu la gloria del Señor Jesús
Resucitado, culminando cada Estación con una oración a Él que haga referencia a
lo meditado.
Las Estaciones pueden ser las
siguientes. Acompañamos la cita bíblica correspondiente:
1) Jesús Resucitado se aparece a
las santas mujeres (Mt. 28, 1-10 y // -textos paralelos-).
2) Pedro y el discípulo amado
encuentran el sepulcro vacío (Jn. 20, 2-20).
3) La aparición de Jesús
Resucitado a María Magdalena (Jn. 20, 11-18).
4) El Señor Resucitado camina con
los discípulos de Emaús haciendo arder sus corazones cuando les explica las
Escrituras, y es reconocido en la Fracción del Pan (Lc. 24, 13-33.35).
5) Jesús Resucitado se aparece a
Simón Pedro (Lc. 24,34)
6) Jesús Resucitado y los
discípulos en Jerusalén (Jn 20, 19-20 y //).
7) Jesús Resucitado abre la
inteligencia de los Apóstoles para que comprendan cómo las Escrituras se
refieren a Él, anunciado y latente en el Antiguo Testamento (Lc. 24, 44-49).
8) Jesús Resucitado sopla y
entrega el Espíritu Santo a los Apóstoles, dándoles el poder de perdonar,
ministerio que continúan sus Sucesores, los Obispos (Jn. 20, 21-23).
9) Nueva aparición de Jesús
Resucitado a la semana de resucitar, estando los discípulos con Tomás, que toca
las llagas glorificadas de Jesús (Jn. 20, 24-29).
10) Jesús Resucitado y los
discípulos en un monte de Galilea. Adoración de Jesús y encargo universal para
ellos. (Mt. 28, 16-20).
11) Jesús Resucitado se
manifiesta a orillas del Mar de Tiberíades, cuando sus Apóstoles fueron a
pescar de noche y no aprehendieron nada. Es señalado y reconocido por el
discípulo amado, símbolo de aquellos que aman a Jesús y son amados por Él.
Pesca milagrosa. Las barcas no se hunden en el mundo de la Resurrección como en
Lc. 5, 1-11 (Jn. 21, 1-14).
12) El Señor Resucitado dialoga
con Pedro y le encomienda el pastoreo universal de sus ovejas (Jn 21, 15-19).
13) Diálogo con el discípulo
amado: Éste permanecerá junto al Señor Resucitado en la persona de aquellos que
aman a Jesús, hasta que Él vuelva al final de los tiempos (Jn. 21, 20-23).
14) Jesús Resucitado se aparece a
más de 500 hermanos a la vez (I Cor. 15, 6).
15) Jesús Resucitado sube
corporalmente a los cielos a la vista de todos (-Ascensión- Lc. 24, 50-53), y
en Pentecostés el Espíritu Santo desciende para dar testimonio en los corazones
de que Jesús está resucitado y vive (Hch. 2).
Con la meditación del Camino de
la Luz, nuestros ojos se harán más transparentes, nuestra mirada más límpida,
nuestro corazón más puro.
La gloria de la Resurrección
penetrando nuestra pobre vida mortal, puede hacer que nos llenemos de fuerzas
nuevas, de una fe capaz de mover montañas y de, por qué no, cambiar nuestra
historia personal y comunitaria, de esperanza cierta de que las cosas serán
modificadas para bien y que no involucionarán para peor jamás, de amor virtuoso
y solidario que busque el bien y la felicidad de todos.
Jesús Resucitó. Es nuestra
esperanza y nuestra vida. Ya desde ahora somos dichosos.
Fuente: Gustavo Daniel D´Apice. Profesor
de Teología. Pontificia Universidad Católica.
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