“Yo soy el Buen Pastor” (Jn 10,11)
Jesús dijo: “Yo soy el Buen
Pastor” (Jn 10,11). Es evidente que el título de pastor es propio de Cristo. Lo
mismo que un pastor lleva a pastar a su rebaño, así Cristo restaura a los
fieles con un alimento espiritual: su propio Cuerpo y su propia Sangre.
Para diferenciarse del mal pastor
y del ladrón, Jesús precisa que él es el Buen Pastor. Se declara Bueno, porque defiende a su rebaño con el compromiso
de un buen soldado por su patria. Por otra parte, Cristo ha dicho que el pastor
entra por la puerta y él mismo es la puerta (cf. Jn 10,7). Cuando se declara
Pastor, tenemos que entender que es él que entra, por sí mismo. Manifiesta que
conoce al Padre por sí mismo, mientras que nosotros lo conocemos por él y es él
quien nos da la bienaventuranza. Veamos bien que sólo él es la Puerta, sólo él
es la Luz y los demás lo son por participación. Juan Bautista “no era la luz
sino el testigo de la luz” (Jn 1,8). Cristo era “la Luz verdadera que al venir
a este mundo ilumina a todo hombre” (Jn 1,9). Nadie puede decir que es la
puerta, ya que ese nombre está reservado para Cristo.
El título de pastor lo ha
comunicado a otros, a sus miembros. Pedro lo ha sido, otros discípulos, los
obispos. “Les daré pastores según mi corazón” (Jer 3,15), dice el profeta
Jeremías. Aunque los responsables de las Iglesias- hijos de ellos- son todos
pastores, Cristo dijo “Yo soy el Buen Pastor” para mostrar la fuerza única de
su amor. Ningún pastor lo es si no está unido a Cristo, ya que es así miembro
del único verdadero Pastor.
Fuente: Santo Tomás de Aquino
(1225-1274), dominico, teólogo, doctor de la Iglesia
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