¿Cómo ir al encuentro de Cristo, Rey eterno?
¿Cómo entraremos en el
Reino? “Tuve hambre, y ustedes me dieron
de comer” (Mt 25,35). Aprendan la ruta. No es necesario recurrir a la alegoría
sino cumplir las palabras “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer;
tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me
vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver" (Mt
25,35-36). Si haces esto, tendrás tu parte en el Reino, si no lo haces, serás
rechazado. Desde ahora, comienza a cumplir esas obras y persevera en la fe.
No seas como las jóvenes necias
(cf. Mt 25,3-4), que olvidaron comprar el aceite de las lámparas y fueron
prescritas. No te quedes tranquilo teniendo las lámparas en mano, también
guárdalas encendidas. ¡Qué la luz de las buenas obras brille delante de los
hombres y que el nombre de Cristo no sea profanado por causa tuya! Lleva una
vestimenta de incorruptibilidad, distinguiéndote por tus buenas obras. Lo que
recibes de Dios para administrarlo con sabiduría, adminístralo bien. ¿Te
confiaron la palabra que instruye? Adminístrala bien. ¿Puedes convertir las
almas de tus auditores? Hazlo con esmero. Numerosas son las puertas de una
buena administración.
Ninguno de nosotros puede ser
condenado y rechazado, ya que con toda confianza vamos al encuentro de Cristo,
Rey eterno que reina en los siglos. Él reina en los siglos, el que juzga a
vivos y muertos, cómo escribe san Pablo: “Cristo murió y volvió a la vida para
ser Señor de los vivos y de los muertos” (Rom 14,9).
Fuente: San Cirilo de Jerusalén
(313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
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