Con mucha ilusión, partimos el jueves 7 de septiembre, el grupo de 48 peregrinos de San Bernardo, unidos por la fe y la devoción hacia el santuario de la Virgen de Lourdes. Primero hicimos parada en Zaragoza para venerar a la Santísima Virgen del Pilar en su inmenso y precioso santuario, que nos fue explicado con detalle. María alentó al apóstol Santiago igual que nos entusiasmó a nosotros a seguir adelante en pos de su hijo Jesús. Al día siguiente salimos temprano para llegar al impresionante santuario de la Virgen de Torreciudad, donde fuimos muy bien acogidos y edificados en el Espíritu por la historia de este gran templo mariano.
Ya por la tarde del viernes llegamos al esperado destino, la impresionante colina de Lourdes coronada por la famosa basílica que a su vez protege, desde lo alto, la recóndita cueva de Masabielle. Donde María Inmaculada se apareció dieciocho veces a Bernadette Soubirou. Muchacha de catorce años, pobre, enfermiza y analfabeta, pero con un fuerte deseo de poder tomar la eucaristía por primera vez en su vida. Deseo que todavia se le había negado por no conocer suficientemente el catecismo. María dió el primer paso apareciendose a Bernadette y mostrandole la ternura cercana de María, en especial para los enfermos y descartados de la sociedad.
Aquella misma noche de nuestra llegada, participamos en la procesión de antorchas y nos sentimos integrados en el océano de luz y devoción que provoca esta manifestación mariana en la Iglesia. Toda la jornada de Lourdes ha quedado impresa en nuestros corazones escrita con letras de oro. Damos gracias a Dios por la oportunidad que nos ha dado de convivir, venerar y saborear la gracia de la presencia de su Madre entre nosotros. Que Ella nos ayude, igual que hizo con Bernadette, en el camino gozoso de la santidad bautismal.
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