Jesús se refiere al mensaje de paz mesiánica que anunciaron los profetas, con signos alegóricos. Cristo ha cumplido todas las profecías mesiánicas, pero la ceguera de su pueblo ha impedido su reconocimiento. Al llegar a Jerusalén, llora por su incredulidad y lanza la profecía de su destrucción por no recibirle a Él, que es el Mesías.
<<Lloras, Jesús, y quiero acercarme con respeto y amor a tu dolor y ¡no puedo decirte nada! Ante esta manifestación de tu humanidad me dejas, te lo confieso, asombrado. Quisiera consolarte y sólo me salen vanas promesas y muchas palabras, pero en concreto, aún nada. Soy parte de esa Jerusalén que olvida tu mensaje de paz e ignora tu palabra. Amas y lloras… lloras porque amas… y la ciudad duerme en su inconsciencia, sin percatarse que es el Mesías esperado quien se acerca, el que quiere, ante la ruina que le espera, con ternura abrazarla.
No veía Jerusalén la salvación que en ella se gestaba, ni adivinaba que la sangre del Hijo del hombre, llegaría a inundarla. Quiero hoy abrir mi corazón, Señor, a tus lágrimas; la Redención ya no está oculta a mis ojos, ¡ayúdame a no desperdiciarla!>>
(Fuente Nocetnam: Regnum Christi)
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