En Pentecostés los apóstoles fueron fortalecidos en su misión de ser testigos de Jesús, para anunciar su Evangelio a los hombres. La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés no fue un evento aislado en la vida de la Iglesia. Todos los bautizados recibimos el Espíritu Santo en nuestro bautismo.
No hay nada que podamos hacer en nuestra vida de cristianos sin la ayuda del Espíritu Santo. Cuando recibimos un consejo con el corazón abierto, cuando nos acercamos a la confesión con un firme propósito de enmienda, cuando realizamos una obra buena con un corazón generoso, cuando perdonamos sinceramente una ofensa… es el Espíritu Santo quien actúa en nosotros.
La amistad con el Santo Espíritu no es algo que se puede lograr sólo con desearlo teóricamente. Es una amistad que exige una constante atención, un saber escuchar a Dios. Para incrementar la relación con el Espíritu Santo se requiere de la oración y de la docilidad para seguir sus inspiraciones que nos llevan a vivir según el Evangelio.
(Fuentes Nocetnam)
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