La lectura comienza con una frase de Jesús “Ningún profeta es bien recibido en su tierra”. Todos vieron el milagro de Caná, por eso en Galilea se acercan a Él más que por escuchar sus enseñanzas, por curiosidad, para ver si hace algún nuevo milagro.
Jesús, que lee el interior de sus corazones, se lo dice claramente: “Vosotros, como no veáis signos y prodigios, no creéis”.
El funcionario real también busca un milagro, pero va con fe a pedir a Jesús que cure a su hijo. Jesús responde a su fe inmediatamente: “Vete, tu hijo está sano”. La fe del padre consiguió el milagro, vuelve a su casa y comprueba que su hijo quedó sano en la misma hora que Jesús se lo había dicho y creyó él y toda su familia.
Los milagros de Jesús no son para satisfacer la curiosidad sino para ayudar a los que sufren y acuden a Él con fe. Vino a curar y sanar los corazones destrozados.
También hoy sigue saliendo al paso de los que sufren, sólo pide fe Su acción misericordiosa no tiene límites. Acudamos a Él y pidámosle: “Señor, aumenta mi fe”.
(Fuente nocetnam: Hna. María Pilar Garrúes El Cid)
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