viernes, 8 de marzo de 2019

Santo del Día: San Juan de Dios



Juan Ciudad Duarte -nuestro Juan de Dios- nace en Montemor-o-Novo (Portugal), cerca de Évora, el 8 de marzo de 1495. En un episodio que no conocemos con suficiente claridad, sale de su casa a la edad de 8 años, acompañado de un clérigo que se había hospedado en ella y llega a España. Se afinca en Oropesa (Toledo), en casa de D. Francisco Mayoral cuyos ganados guarda y pastorea (1523-1532).

En dos ocasiones sale de allí para enrolarse en la vida militar. La primera vez se va a Fuenterrabía para luchar contra los franceses. Regresa a Oropesa. La segunda ocasión se marcha a Viena donde se alistará en la guerra contra los turcos.


Al desembarcar en España por la costa gallega, siente la necesidad de entrar en Portugal y reencontrarse con sus orígenes. Pero este deseo se ve seriamente frustrado: sus padres han muerto; tan sólo queda su tío. Perdidas sus raíces principales, Juan Ciudad continúa su peregrinar hacia no se sabe muy bien dónde...
Pasa por Sevilla, decide pasar al Norte de África atravesando el Estrecho de Gibraltar. En la travesía conoce a unos exiliados portugueses poniéndose a su servicio. De este modo comienza, aún dentro de lo que podríamos denominar episodios confusos y poco clarificados, los gestos de generosidad y solidaridad con el prójimo, que se irán sucediendo posteriormente hasta culminar con su total y absoluta entrega a los pobres y enfermos. Trabaja como albañil y con su salario socorre las necesidades de dichos exiliados.
Tampoco ahí acaba de encontrarse a sí mismo, ni sabiendo lo que quiere de su vida, ni lo que Dios le pide de ella. Vuelve a la Península y se instala en Granada (1538). Ejerce el oficio de librero. En aquella época, los libros de caballería y los de corte religioso son los que mayor demanda tienen. Él vende unos y otros, aunque su marketing insiste en las excelencias de los últimos, mucho más provechosos que los de caballerías. Incluso hace sus propias ofertas en las que siempre incluye como regalo un libro religioso.
En éstas nos hallamos, cuando el 20 de Enero de 1539, fiesta de San Sebastián, sube a la Ermita de los Mártires, para escuchar el sermón de Juan de Ávila -hoy, San Juan de Ávila-. Es en ese momento cuando su ser resulta alcanzado de una forma especial por la gracia. Su reacción de conversión es tal que a los ojos de los demás parecerá un enajenado, de ahí su ingreso en el Hospital Real donde será atendido como enfermo mental, un loco. La experiencia allí vivida a buen seguro que influye en su decisión posterior de crear un hospital propio para atender a los enfermos con un trato peculiar, muy distinto al que él mismo ha recibido.

Una vez fuera del Hospital Real, Juan de Dios se pone bajo la guía y dirección de Juan de Ávila. Retoma su proceso de discernimiento, ahora perfectamente acompañado. Medita, ora. La pobreza y el sufrimiento de las sencillas gentes del pueblo son un reclamo constante. ¿Qué hacer ante ello?, se pregunta en su interior.
Pero su reflexión no se realiza aislada del compromiso. Se dedica a recoger leña en el campo para venderla en la ciudad. Con el dinero obtenido alimenta a quienes descubre que más lo necesitan...
Al fin consigue alquilar un local en la granadina calle de Lucena donde ubica su primer hospital. Más tarde, buscando un lugar que reuniese mejores condiciones para los enfermos, lo traslada a la Cuesta de los Gomérez.
Todos los recursos con los que cuenta para su obra no son sino su propia persona. Él hace de enfermero, él limpia, él administra, él atiende las necesidades espirituales de sus asistidos. Sale cada tarde a las calles de Granada a convocar la solidaridad de las buenas gentes al grito de su lema: Hermanos, haceos bien a vosotros mismos. Después, y viendo la bondad de su obra, comenzarán a colaborar con él diversas personas. Ha nacido la familia hospitalaria de Juan de Dios.

El 8 de Marzo de 1550, a los 55 años, moría Juan de Dios en Granada, víctima de una pulmonía a consecuencia de haberse tirado al Genil para salvar a un joven que, aprovechando la crecida del río, había ido para hacer leña pero se cayó en medio de la corriente y estaba en trance de ahogarse. Lógico final para una vida totalmente entregada a los demás.
Declarado Beato en 1630 por Urbano VII, fue canonizado -proclamado santo- en 1690 por Alejandro VIII..


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