sábado, 19 de enero de 2019

Comentario lectura evangelio 20/01/19

San Juan que vivió con María cuando el Señor se marchó a los cielos; él, que la tomó como madre por encargo de Jesús agonizante en la cruz; él, que fue el discípulo amado, sólo habla dos veces de la Virgen en todo su evangelio; aquí en Caná y luego cuando refiere la crucifixión en el Calvario. Son pocas veces, desde luego, para todo lo que él habría escuchado de labios de Santa María. Sin embargo, cuanto dice es más que suficiente para que podamos conocer la categoría excelsa de Nuestra Señora, la madre de Jesús, como siempre la llama Juan. Ya con este detalle nos está enseñando que María es la madre de Dios, un hecho que es el punto de arranque y la base teológica en donde se apoya toda la grandeza soberana de la Virgen, privilegio singular del que derivan todos los demás.

Con este milagro, realizado gracias a la intervención de María, se pone de manifiesto: Por un lado la ternura de su corazón materno, el desvelo por las necesidades de sus hijos; y por otra parte aparece su poder de intercesión ante su divino Hijo, que se siente incapaz de no atender la súplica de su Madre santísima. Con razón, por tanto, la podemos invocar como Madre de misericordia y como la Omnipotente suplicante.

Cuánto nos ama el Señor. No sólo muere por nosotros en la cruz y derrama toda su sangre para redimirnos. Además nos entrega lo que le era más querido y entrañable, a su propia Madre, para que lo sea también nuestra. Con razón la llamamos "spes nostra", esperanza nuestra y causa de nuestra alegría. Quien confíe en ella no se verá jamás defraudado, lo mismo que nunca defrauda el amor de una buena madre al hijo de sus entrañas.


(Fuente Nocetnam: Padre Antonio García-Moreno)

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