sábado, 4 de agosto de 2018

Comentario lectura evangelio 07/08/18

¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! 

En ocasiones nos sucede lo mismo que les aconteció a los discípulos y tememos que Jesús es sólo un fantasma que no está vivo ni presente en nuestra vida. En varias situaciones hemos experimentado lo mismo que Pedro, ante la fuerza del viento de las dificultades dejamos de creer y de confiar. 

La misma vida nos hace ver que todo puede derrumbarse por motivos ajenos a nosotros y en cualquier momento. 

Entonces descubrimos que todo lo humano necesita algo en lo cual anclarse, algo que no pueda hundirse o desaparecer. La esperanza del cristiano no se basa en ideas o en previsiones humanas, sino que se funda en Dios. Dios es nuestra firme esperanza. Sólo Él es nuestra seguridad.

Al mismo tiempo, cada uno ha de ser una fuente de esperanza para los demás, porque nuestra esperanza es esencialmente esperanza para los demás. Sólo así es verdaderamente esperanza para cada uno de nosotros. 

Terminemos nuestra oración haciendo un acto de completa confianza en Dios. Busquemos desprendernos de aquellas seguridades materiales o humanas y afiancemos nuestra vida en Dios.

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